viernes, 15 de abril de 2016

¿CÓMO PASAR DE LARGO?




Terminaba así, en una de mis entradas recientes:
“Aun en la desolación más brutal siempre queda un resquicio de luz y de hermosura y siempre podrás decir conmigo: NO TODO SE HA PERDIDO”. (Perdón por citarme).
No tengo más remedio que continuar el discurso ante la obra intrigante y sublime de este escultor anónimo del siglo XI. Hay que detenerse bien en ella y no dejar escapar la reflexión que a bote pronto te llegue. (1)
Está ahí, quizá ante una catástrofe a punto de llevarle por delante, pero sigue resistiendo con uñas, dientes y las dos manos enganchadas a la piedra, cosidas a la vida. Resistiendo, con la esperanza de que alguien le eche una mano, porque cómo no hacer caso ante un caso así, él no lo haría, aunque enseguida da marcha atrás y se dice a sí mismo, y por qué voy a ser distinto de los que pasan de largo, pero se da ánimo y grita pidiendo auxilio, porque quién sabe la gente -buena gente- que todavía tiene que quedar en el mundo para sacarlo de tan lamentable y trágica situación.
Está ahí, para decirnos lo que el artista de la piedra quiso decirnos, que no se puede pasar de largo -no se debe- si alguien está al borde del hambre, de un desahucio, de la desesperación, de la muerte y nos está gritando a voces o desde el silencio o desde el abandono absoluto.
Está ahí, cómo comportarse como todos aquellos de la parábola del samaritano, que iban pendientes de sus rezos, de sus caridades, de sí mismos y de sus generosos placeres que les esperaban con delectación y voracidad.
“¿Seréis capaces de pasar de largo?”, nos sigue diciendo el artista anónimo del siglo XI desde el silencio sonoro, terrible y tal elocuente de las piedras.
Hace unos días venía en la prensa la noticia de cómo una anciana de un país latinoamericano, cuyo nombre no recuerdo, llevaba algunos días tirada en plena calle mientras la gente pasaba de largo y sin mirar. Ay.
Por eso repito e insisto: NO TODO SE HA PERDIDO, siempre que haya alguien que pide ayuda y otro alguien dispuesto a echar una mano.
Pero sucede que existe otra lectura y posiblemente la dada por el artista que, al tratarse del juicio final, esculpió en la arquivolta del tímpano de la iglesia ángeles curiosos que querían conocer el veredicto del juicio. Tampoco está mal. Yo hice mi primera lectura sin el poso erudito posterior.

(1) Se halla en la Abadía de Sainte Foy de Conques-Francia

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