martes, 1 de marzo de 2016

LA VIDA DE GALILEO AL TEATRO




Cualquier motivo es bueno para salir y cambiar de aires, aunque se trate de un viaje relámpago, pero más cuando hablamos de Madrid los que somos de provincias, y más cuando el objetivo primordial es, además de comer con la familia, ir al teatro, y mucho más cuando se trata de una obra de Bertolt Brecht, sobre la Vida de Galileo, el director es Ernesto Caballero y el protagonista se llama Ramón Fontseré.
Personajes como Galileo -astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano, eminente hombre del Renacimiento, mostró interés por casi todas las ciencias y artes: música, literatura, pintura-, son los imprescindibles. Resumía en su rica personalidad una sensualidad humanista y un servicio sin fisuras a la razón. El autor alemán, y sabe de qué habla, porque rescribió tres veces su biografía, dice del sabio renacentista que “no podía rechazar una idea nueva ni una copa de vino”. Sabiduría y humanidad magníficamente bien acopladas.
El crítico de teatro, Marcos Ordóñez, escribe una elogiosa crónica de la obra que se representa en el teatro madrileño: “El espectáculo de Ernesto Caballero en el Valle Inclán me parece uno de los mejores montajes: claro, sobrio, con muy buen ritmo y con un Ramón Fontseré que hacía tiempo que no hallaba un papel a su altura”.
Ambientada en 1609, la obra se centra en los últimos años de vida del científico italiano. Una vez hechos públicos sus descubrimientos sobre el sistema solar, la Inquisición le detiene por herejía. Galileo fue obligado a pronunciar de rodillas la abjuración de su doctrina. Pero cuando es visitado en prisión por su discípulo Andrea, el matemático le pide que difunda sus palabras más allá de las fronteras italianas. Su rebeldía interior no podía permitir un total sometimiento. Lo que no obsta para que se avergüence: “Traicioné a mi profesión y entregué mi saber a los poderosos”, que lo hace más humano. Y esta otra perla: “Ante un obstáculo, la distancia más corta entre dos puntos es la línea curva”, que le convierte en el sabio que siempre fue.
Clama Galileo en el escenario porque sigue vivo, mientras que los que le condenaron por hereje muerden el polvo del olvido por los siglos de los siglos, como ellos dirían de él, se equivocaron una vez más y triunfaron la razón y la ciencia. Tres siglos y medio después del fallecimiento de Galileo, la Iglesia reconoció el error cometido:
“Durante dos mil años la Humanidad creyó que el Sol y todos los astros del cielo daban vueltas a su alrededor. El Papa, los cardenales, los príncipes, los sabios, capitanes, mercaderes, pescaderas y escolares creían estar inmóviles en esa esfera de cristal. Pero ahora nosotros salimos para hacer un gran viaje. Porque los viejos tiempos han pasado y ahora es una nueva época. Desde hace cien años es como si la Humanidad esperase algo. Las ciudades son pequeñas, y también lo son las cabezas. Superstición y peste. Pero ahora se dice: que sean así las cosas no quiere decir que tengan que seguir siéndolo. Porque todo se mueve, amigo.
La verdad es hija del tiempo y no de la autoridad”.
Pues eso, que habrá que sacar entrada y acercarse a escuchar a Galileo y asistir a un espectáculo teatral que tiene todas los visos de estar a la máxima altura. Y puestos, habrá que pasar por El Prado, para no perderse las exposiciones de Ingres y Georges de La Tour, tan distintos y a la vez tan grandes.

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