martes, 23 de febrero de 2016

¿QUIÉN DIJO MIEDO?





A punto he estado, quizá como tú, y me he dicho: por favor, pero ¿dónde va ese crío?, pensando en la galleta que se va a pegar el adulto, por mucho que se haya achicado y, rápidamente, he cambiado de pensamiento y me ha llevado en volandas a poner en su sitio las cosas, porque aun cuando hayamos creído siempre en la inestabilidad, inseguridad, impotencia y otras muchas muletillas que les hemos endosado a los niños, habría que, enderezando nuestros pasos, creer más en ellos y en sus múltiples capacidades. ¿Cómo no va a poner todos los sentidos, todas sus fuerzas, su inteligencia virgen y su corazón de pequeño salvaje, si lo que lleva en sus brazos, y es absolutamente consciente de ello, es su propio padre? ¿No ves cómo está poniendo toda su alma en el empeño y cómo la risa y la certeza le salen por los poros? Su padre, como es buena gente, se ha encogido y le está poniendo las cosas fáciles.
Yo creería en mí, y seguro que mi padre tendría plena confianza, porque jamás le vi dudar y, a buen seguro, ya digo, tendría motivos para ello, pero tratándose de estar su vida en mis manos, por favor, ¿cómo vacilar ni lo más mínimo?
¡Cuántas veces, de estar en sus manos, no habría encauzado la dudosa marcha de sus mayores una inmensa mayoría de niños!
Antonio Gamoneda le dice a su nieta Cecilia, de pocos meses: “Fluye / tu llanto en mis venas. Tú / eres mi enfermedad y tú me salvas”.
Piensa en la escena de un padre borracho llegando a casa muchas noches y la espera temblorosa de los hijos pequeños, o sus ojos de rabia, impotencia y asco cuando ven que su padre está pegando a su madre, o tapando sus oídos ante los insultos como pedruscos gigantes que rompen toda armonía y feliz convivencia cuando él no está. ¿No crees que tendría fuerza suficiente para enderezarlo o arrojarlo al pilón más cercano, aunque el termómetro marcara diez bajo cero, o decirle con lágrimas en los ojos todo lo que ha aprendido de la vida, la escuela y sus mayores que son decentes, buenas personas y magníficos ciudadanos?
“Empezaron los gritos,
los ojos morados,
los llantos,
las noches en vela,
las amenazas, las mentiras.
¿Dónde quedó la promesa de vivir eternamente bajo la misma luna?...
No tienes excusa,
ni perdón, por todo lo que me hiciste,
papá.
Tú has matado al hombre sabio y cariñoso que vivía dentro de ti.
Tú has matado a la niña inocente que te quiso como nunca nadie antes.
Como nunca nadie”, escribe en versos doloridos Celia Frías.
¡Hay tantas historias desgarradoras en el interior de tantos hogares!
Tú y yo y todos estaríamos más seguros e infinitamente más contentos de ir sobre los hombros o los brazos de muchos niños antes que de una infinidad de hombres. Así de claro, así de tajante.

No hay comentarios: