viernes, 12 de febrero de 2016

EL CAMBIO DE SEXO NO ES MALO, Sr. OBISPO, Sra. MARQUESA



¿Cómo no vamos a estar en contra de la caverna, viniere de donde viniere, cuando anatematiza a homosexuales y transexuales, desde la mayor de las impudicias, y cómo no estar a favor de Lola, la chiquilla de Las Canarias, que se dio cuenta a los cuatro años -qué inteligente y lista y espabilada- de que la naturaleza con ella se había confundido, porque estando en la piel de un niño ella no era niño ni por dentro ni casi por fuera, ella se veía niña, se sentía niña, se quería niña, pensaba como niña y estaba dispuesta a serlo, aunque se viera en la piel de un niño que detestaba? (1)
Cómo no entender, Sr. Obispo, Sra. Marquesa, algo tan sencillo, y comprender que la naturaleza es ciega, irracional, salvaje, sin ley que le valga, sin compasión que le asista y con graves errores a sus espaldas, “la naturaleza, se ha dicho con razón, es el reino de la crueldad y no de la ética”, y hasta parecería jugar al despiste, porque nos puede arrobar y enloquecer con sus atardeces y salidas de sol de ensueño y ver la mano del buen Dios, y al mismo tiempo enviarnos un tsunami devastador, que no hay mano de Dios -ni de arcángeles y serafines que en el cielo habiten- dispuesta a enmendar el rumbo salvando a miles de seres humanos y evitando catástrofes monumentales. La naturaleza se confunde, comete fallos de bulto, va a lo suyo como puede ir un irracional, es así, y nadie en su sano juicio, cuando se sale de madre o hierra, debe no permitir que se le corrija y se le encauce. El ser humano desde que lo es ha tratado de enmendarle la plana cuando lo ha creído conveniente, de lo contrario estaríamos aún en las cavernas de la prehistoria, como Lola, que siguió y persistió, contra viento y marea, contra la crueldad de niños y adolescentes, sus colegas y amigos, porque los niños son crueles, porque las familias son crueles, porque el entorno lo es, cuando no toleran la diversidad ni que la razón esté sobre la sinrazón. Pero va habiendo padres excelentes que ponen por encima de todo la comprensión, el amor y el apoyo y muchos niños y niñas que lo entienden rápidamente y ayudan.
Siempre detrás del “orden natural de las cosas”, que ni es orden ni es natural, se esconden ideologías que tratan de legitimar el dominio histórico de los grupos más poderosos sobre los más débiles o del pensamiento más rancio sobre el pensar y actuar libres de toda clase de ataduras.
Me ha encantado la fotografía de Quique Curbelo, en EL PAÍS, sobre la familia de Lola: transmiten todos serenidad, mucha luz, alegría que se traduce en una sonrisa amplia, buen rollo, felicidad de saberse estar a gusto y haber hecho como sin quererlo algo grande y hermoso. Quizá el hermano esté un tanto forzado, no le acaba de salir una sonrisa amplia y fresca como la de su hermana: ¿teme la que le viene encima? ¿No se habrá tenido que pelear más de una vez con algunos de sus amigos por insultar a su hermana? Se siente arropado por sus padres, defenderá con uñas y dientes a Lola, pero ¿sabrá hacerlo y tendrá el coraje de enfrentarse al lucero del alba si se le pone delante e intentará desviar el camino elegido por su hermana? La información da algunos datos interesantes sobre la profesión del padre y de la madre: trabajador social y enfermera, así como un pediatra y un psiquiatra que han seguido el proceso, lo que indica, a todas luces, que ello ha facilitado la tarea. Me parece que esta simple fotografía, en este caso, puede valer más que mil discursos y doscientos mil argumentos, porque demuestra meridianamente la normalidad del hecho y la felicidad de una familia que ha colocado el amor, la armonía y la tolerancia por encima de prejuicios y saber poner la lucidez, la racionalidad y el afecto por encima de las vísceras, la ignorancia y la cerrazón que son las que envenenan las relaciones entre los humanos.
Por fortuna ya algunas Comunidades Autónomas de nuestro país han hecho una apuesta clara por la despatologización de la transexualidad, que ya no será considerada como trastorno ni enfermedad, sino como una expresión más de la diversidad humana.
Nada me gustaría tanto en estos momentos como que nadie sea capaz de poner sus sucias manos sobre Lola -y sobre todas las Lolas y Lolos de este mundo-. Hace unos días se daba la noticia de Lucía, una niña transexual de cuatro años, ha dejado de ser Luken a todos los efectos. Nació niño, pero ella se siente del género femenino. Se merece lo mejor, se merecen ellos y ellas andar sus caminos haciéndolos a medida de sus deseos más íntimos, su responsabilidad y su coraje a prueba de bomba y sus derechos inviolables.

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