martes, 5 de enero de 2016

NUEVA HISTORIA DE TRENES Y MALETAS Y III




No es de hoy la imagen primera. ¿Le ponemos una fecha aproximada? A mí me apetece datarla en la década de los años 20 del siglo pasado. Y no sé por qué he pensado en Delhy Tejero, autorretrato de la imagen segunda, y en tantas como ella a lo largo del siglo que, en contra de las normas rígidas de las familias y el medio cerril y cerrado, tuvieron el coraje de poner tierra de por medio y lanzarse a la aventura de ser ellas mismas en el teatro, la pintura, el ballet, el trabajo a cualquier precio, para poder conquistar la independencia económica y poder ser libres y autónomas.
Delhy Tejero salió de Toro (Zamora) siendo muy joven, en contra de su padre, sin demasiado rumbo fijo. Madrid, París y Bruselas serían los lugares que le salieron al encuentro y los primeros testigos de un éxito fulgurante y sobre todo de una carrera de excepción. Y aunque no lo suficientemente conocida llegó a ser una pintora extraordinaria de primer orden a través de las distintas facetas en las que brilló con luz propia.
Nadie daría dos centavos por la suerte de aquellas mujeres y aquellos hombres que a lo largo de todo el siglo XX salieron de sus pueblos sin más compañía que una maleta de madera, en el mejor de los casos, con la ilusión de buscarse una vida mejor que habían estado soñando hasta que la idea y la decisión maduraron tanto que se lanzaron a probar fortuna y, como siempre en la vida, unos la encontraron y otros no tanto, aunque todos aprobarían la asignatura más importante: haberlo intentado.
Comenzaron la lista los mayores: en el 39 miles de refugiados llegaron a países latinoamericanos a causa de la barbarie de la España franquista, después muchos de mis amigos, años 60 y 70, camino del País Vasco, Francia, Suiza, Alemania..., y mi pueblo se iba quedando sin obreros y sin familias enteras. Cuando regresan, año tras año, en las vacaciones del verano, uno se alegra de que rehicieran su vida y estén satisfechos de lo conseguido.
Y así empieza todo, un humilde y rocambolesco sueño, la necesidad imperiosa de salir a buscar nuevos horizontes, una no pequeña dosis de resistencia y locura con alma de quijote, tomarse en serio su propia vida, aguantar penas y quebrantos, sudar y trabajar duro en lo que salga porque no suele salir gratis ninguna aventura que se precie y cada historia personal lleva una carga que sólo el que la lleva a cuestas sabe de su peso y de los sudores, agobios, derrotas y el disfrute de cada conquista aun en sus pasos más insignificantes, pero conquista y triunfo esperando siempre que lleguen los definitivos.
Y por arte del esfuerzo personal en su mayor parte, podemos sostener que tras los primeros pasos con la maleta al hombro o de la mano fueron llegando los siguientes y mereció la pena vivirlos y disfrutarlos, salvo los que se quedan por el camino, ay, claro que si se hubieran quedado sin dar el paso definitivo, probablemente estarían mucho peor porque las perspectivas eran nulas.
En este claroscuro nos encontramos hoy de nuevo con lo negro de una juventud más preparada que nunca, que está saliendo por la puerta de atrás, como dije en su día, sin saber a dónde, cómo y hasta cuándo, y si un día volverá por la puerta grande. Te deseo lo mejor, mi Alba querida.

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