miércoles, 30 de diciembre de 2015

NOCHES SIN DORMIR (Último invierno en Nueva York) de Elvira Lindo





Esta vez voy a hacer algo especial, distinto y facilón: copiar las frases que subrayo mientras voy leyendo y que me obligan a detenerme para saborearlas, porque me parecen sugerentes y me hacen pensar, o porque encuentro en ellas algún hallazgo literario de interés.
“No sé contar mis penas, prefiero rumiarlas con la mujer que siempre va conmigo”.
Es al principio del libro, y ya en las primeras páginas me ha enganchado, no sé si por mi debilidad ante esta escritora que borda cuanto toca y tiene un estilo sugerente, una inmensa sencillez que deriva en profundidad y porque es la mujer de uno de los escritores que más admiro y considero más importante en la actualidad. Pero quería decirlo enseguida y se me olvidado. El adjetivo que más le va a este libro que voy leyendo por la página 101 es el de delicioso. Es un diario de despedida nada nostálgica de Nueva York tras haber vivido 11 inviernos heladores que han hecho decir a la escritora: Hasta aquí hemos llegado. Una experiencia cerrada para seguir abriéndola con otros horizontes, ¿Lisboa, tal vez?, porque Elvira Lindo pienso que la vida es tan corta que merece la pena alargarla viviéndola en distintas ciudades, diferentes lugares con sus paisaje y paisanajes distintos.
“Quién no lleva un niño dentro para reírse de vez en cuando de un pedo”.
Y que aflore lo mejor de nosotros cuando éramos niños, y nunca muera, pero no voy a transcribir lo mucho que he escrito y pensado sobre el niño que llevamos dentro y se resiste a morir por fortuna. El niño o la niña que va con cada cual y se asoma con frecuencia o se indigna o nos riñe o se ríe con nosotros y a veces con indulgencia.
Cuenta la escritora la historia de El admirable Crichton, el mayordomo que se convierte en el líder de sus señores al naufragar el barco en el que viajaban, es él el que tiene recursos para sobrevivir porque conoce cómo funciona el mundo. Hermoso y aleccionador cambio de roles.
“¿Por qué oigo tantas veces que esta ciudad es glamourosa? Quienes eso dicen, ¿la han sufrido?”.
Y página a página nos va desmitificando Nueva York con un realismo a veces bañado en fino humor, a veces dicho de forma destemplada y objetiva.
“Llevo conociendo a personas ilustres o famosas desde que comencé a trabajar en la radio a los 19 años y hace mucho que aprendí que la mezquindad no está reñida con el talento, tampoco la egolatría con la humanidad que un texto respire”.
Para pasar a hablar extraordinariamente bien de un encanto de hombre, el escritor, Colm Tóibín, con el que tienen una buena relación Elvira Lindo y Muñoz Molina. De Tóibín leí recientemente “El testamento de María”, que me pareció deslumbrante dentro de su brevedad y que hubiera querido mucho más alargado.
Se confiesa no saber ni lo que es ni lo que ha sido, mujer de muchos oficios... Locutora y guionista de radio, cómo bordó el personaje de Manolita Gafotas, “pícaro sin hambre”, hasta meterse en su piel y en su voz, guionista de tele y cine, escritora, columnista, cómo olvidar los Tintos de verano y los artículos serios a los que nos tiene acostumbrados desde años todos los fines de semana en El País, actriz ocasional... pata terminar diciendo con esa humildad enorme de los grandes: “Soy consciente, eso sí, de que no ha sido bueno para mí dispersarme en tantos oficios, porque he acabado diluyéndome. Demasiados frentes”.
Su vida cotidiana tiene lógicamente una característica original e interesante al tener la pareja la convivencia normal de una pareja en el hogar y en el hogar el centro de trabajo. Cada cual en un estudio, separados por un simple tabique, lo que no obsta para enviarse notas, carantoñas, artículos, levantarse a la vez al frigo para picar algo o elogiar sin ambages lo que cada uno cocina:
“El escritor Antonio Muñoz Molina perpetró hoy, 8 de marzo, día de la Mujer Trabajadora, el que sin duda haya sido el mejor potaje de judías pintas que se haya cocinado y se cocine jamás en esta ciudad de fogones estériles”. Parece ser, y así lo decía el suegro de Elvira, que el campo perdió un buen hortelano y ella misma sostiene que “el mundo de la restauración se ha perdido un gran cocinero”.
Una nota lingüística: La observación de la escritora sobre las ardillas me retrotrae a mis clases de literatura con el magnífico José Luis Martín Descalzo, con el que tanto aprendimos, de cine, poesía, novela y literatura en general, qué gran profesor, y recuerdo la diferencia, por ejemplo de la palabra mariposa en español y en inglés: mariposa en español fonéticamente está vista en el momento en el que se posa sobre una flor, mientras e que en inglés, el sonido de la palabra butterfly se fija en el instante en el que comienza su vuelo. Esta vez la lección nos la da Elvira Lindo: Las ardillas son graciosas cuando las tienes lejos, esa palabra es de suyo simpática, mientras que squirrel tiene una sonoridad fuerte más acorde con la bravura que inquieta cuando la tienes cerca.
"Nos fuimos para dos años, y hemos permanecido 11. Así que llegó un momento en el que ya no podía más, y como si fuese una especie de contrato conmigo misma, me dije que ese iba a ser mi último invierno en la ciudad. Para dejarlo claro decidí escribir este libro, que es un diario con referencias personales, literarias, cinematográficas y visuales", ha dicho la escritora con motivo de la presentación del libro.
“Todo es material de primera, testimonio y belleza, en este libro con el que Elvira Lindo ennoblece lo cotidiano, Nueva York y la vida como literatura, soplando en el nido de las manos”, comenta en una buena reseña crítica el escritor y periodista Guillermo Busutil.
Estamos ante un diario, que es a la vez autorretrato, una mirada literaria y artística sobre Nueva York, una espléndida narración sobre la vida cotidiana de una pareja bien avenida de grandes escritores, un libro ilustrado con fotografías de la propia autora sobre Nueva York, lúcido, reflexivo, sereno, íntimo, testimonial y, sobre todo, delicioso.

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