martes, 1 de diciembre de 2015

IMAGINA QUE ESTA CASA FUERA TUYA



Sí, ya sé que lo más valioso de la vida es la vida humana y cuando se atenta contra ella se comete el mayor de los delitos, lo sé, pero no puedo por menos de sentir un horror especial cuando se hace daño a un niño, a un mendigo, o se mata a palos a un caballo por no quedar bien en las carreras, o se destruyen las cosas por puro deleite tonto y gratuito o vengativo y no digamos las casas, porque pienso en la mía y en la tuya y en la del otro y en las de todos: tu cobijo, tus alas más seguras, tu hermana mayor, tus rincones que no cambiarías por nada del mundo, incluido el hotel de cinco estrellas, allí donde residen los recuerdos más entrañables y queridos, ahí donde sueñas cuando estás lejos y quieres volver porque “como en casa en ninguna parte”... y verlo hecho ceniza, desastre y ruina, ¿cómo no se te va a encoger el alma y vivirlo como un horror infinito?
Sucede cuando el huracán se lo lleva todo por delante, o los países más poderosos arrasan, sin que les tiemble el pulso, y no les tiembla, porque así llevan cientos de años, casas y más casas de palestinos para vengar la muerte de alguno de los otros, o el dictador sirio que lleva cuatro años destrozando cuanto puede su furor exterminador, o los países del Occidente civilizado contra la barbarie terrorista y aledaños o ésta contra sus propios hermanos musulmanes... y tienen que empezar de nuevo o huir sin rumbo, con todas las calamidades a sus espaldas, encontrando posiblemente hasta la misma muerte en esa huida desesperada que a nadie ya conmueve de tan repetida. Y te preguntas dónde está la razón de la sinrazón y se te puede contestar: mirando a la luna con indiferencia.
Y duele porque es la casa a la que más tiempo hemos dedicado, donde han nacido los hijos y donde han ido creciendo, en donde más se alargan los innumerables momentos del disfrute con los más tuyos y con los más amigos que vienen con frecuencia: la casa, verdadero suplemento del alma, tanto-tanto que quisiéramos que fuera con nosotros hasta más allá de la muerte.
¡Cómo no doler su destrucción! ¡Cómo no estar contra los bombardeos indiscriminados como hasta ahora en los últimos quince años sin éxito alguno sino todo lo contrario! Lo que no obsta para perseguir y derrotar a los terroristas con todas las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado y, si hiciera falta, el ejército, comenzando, lo primero, por cortar la venta de armas y el tráfico de contrabando del petróleo, pero los bombardeos: NO EN MI NOMBRE.

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