sábado, 3 de octubre de 2015

UN INSTANTE PARA LA ETERNIDAD



Un instante para la eternidad, porque se ha detenido el tiempo y hasta el aliento, y los tres personajes de la imagen se hallan concentrados y felices, hasta salirles por los poros la risa y la sonrisa. Es el milagro de lo bello y magnífico en lo minúsculo.
¿Dónde queda toda la belleza de la juventud del divino tesoro y el trasiego de ir de acá para allá a la búsqueda y captura del enemigo o matarlo si necesario fuere ante esa flor diminuta?
El solo acto de contemplar el milagro del color, lo hermoso y lo pequeño los ha unido en la mejor de las amistades y la más perfecta armonía.
Si nuestro poeta castellano, Jorge Guillén, se atrevió, tras contemplar un sillón, a decir que el mundo está bien hecho, ¿cómo no olvidarse, aunque sea por un instante, de las torpezas en la edad de lo más genial y lo más mostrenco (otro poeta actual de nuestros días, Carlos Marzal, en un espléndido poema, viene a decir que las batallas de la carne en los años juveniles nos vuelven artefactos vanidosos y máquinas de idiotez) así como del pavoneo de la fuerza bruta y el valor ante el mayor de los peligros y quedar arrobados, la mente en blanco, pero con el corazón latiendo ante la belleza del mundo y su perfección concentradas en una humilde flor?
En instantes como ese uno quisiera quedarse para siempre. ¿No será esa la eternidad?

No hay comentarios: