viernes, 16 de octubre de 2015

¿BRINDAMOS?



¿Cómo no querer brindar con esta mujer que luce media sonrisa un tanto picarona, un cabello de nieve blanca y esponjosa y bien cuidado, y sobre todo acompañarla con otro vaso con un contenido similar? Y digo similar porque no vale una infusión al uso de manzanilla o menta poleo, la menos apta para el momento. Tendrá que ser un whisky con hielo y una breve porción de agua, qué menos, para estar a su altura.
A partir de ahí que venga lo que quiera venir, porque esta viejita tiene cuerda para rato. Esa mirada limpia, diáfana y penetrante habla de un pasado que se toca con las yemas de los dedos dispuesto a convertirse en presente, todo su pasado y este presente, que se le va de las manos, ay, se encuentran bien avenidos y mejor maridados en el vaso que sostiene con firmeza a la espera de que sepamos recoger su invitación y la acompañemos en estos momentos que está viviendo con la misma intensidad de sus 12, 22, 45, 68 y los que está cumpliendo ahora mismo, en una simbiosis perfecta de tenerlos, a la vez en su corazón un tanto gastado, atados, bien cumplidos y revividos en este instante válido para ser eterno.
Brindamos contigo, niña pizpireta, joven guapa y rebelde, mujer de cuerpo entero y seis hijos, señora de buen ver que sale a la calle y da gusto decirle: adiós doña Carmen, buen paseo, vieja entrañable, y que sea, tras el largo trago, lo que Dios quiera, porque tras él la vida tendrá otro sentido, nuevo color, un ritmo de bolero que sueña en bailar hasta con las que nunca bailan y están solas, y una risa transformada en carcajada que ahuyente a todos los fantasmas, carcamales, decrépitos de cuerpo y mente y a todos los que nunca supieron dar un corte de mangas a semejantes espantapájaros de mal agüero.
Brindamos, señora, qué menos, y que tu cuerpo y el nuestro aguanten hasta el amanecer y puedan celebrar otros muchos brindis.


Nota no tan al margen: Y brindamos lejos de los que en

sombrecen la noche, de los que tienen el insulto a flor de labios, de los que no escuchan al tertuliano de enfrente porque solo oyen sus rugidos y de los que ni siquiera tienen compasión con todos los refugiados por la duda de si no todos son trigo limpio.

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