lunes, 28 de septiembre de 2015

CEMENTERIO DE PIANOS, de José Luis Peixoto


“Cuando empecé a enfermar, pronto supe que iba a morir”, así comienza Cementerio de pianos, la novela del portugués José Luis Peixoto, y con ese arranque ¿quién no quiere saber más y penetrar en el bosque de historias que nos van a contar padre e hijo? A las pocas páginas ya estás seducido por esa prosa brillante, poética, “fresca, ágil y envolvente”, como dice el escritor chileno, Luis Sepúlveda, y por la estructura tan original de esta obra que juega con el tiempo, ¿con el lector, de forma inteligente?, que va hacia adelante, hacia atrás, hasta el paroxismo, porque mezcla en ese tiempo vivido y recordado la verdad con la mentira. “Lo que sucedió de mezcla con lo que yo quisiera que hubiese sucedido y con lo que me contaron que sucedió. Mi memoria no es mía. Mi memoria soy yo distorsionado por el tiempo y mezclado conmigo mismo, con mi miedo, con mi culpa, con mi arrepentimiento”.
Junto a los grandes temas de la vida y por lo tanto de la literatura universal: el amor, la vida, la muerte, la infidelidad, la soledad, el desamor, el arrepentimiento, la difícil relación entre padres e hijos, las luces y las sombras de una familia, desde dos prismas diferentes, la violencia doméstica, el inmenso poder de la ternura y del perdón ..., en páginas gloriosas en donde la narración y las descripciones alcanzan cotas de una calidad excepcional.
La acción se sitúa en una Lisboa sin tiempo donde viven y mueren los personajes de ficción de esta historia y en Suecia con la historia del único personaje real.
En el corazón de un taller de carpintería se encuentra un cementerio de pianos, que han dejado de funcionar y se encuentran suspendidos entre la vida y la muerte, a la espera de un milagro de la primavera o de un buen artesano y un experto afinador que les dé nueva vida y utilidad, a semejanza de los seres que los rodean. Hay muerte, pero también la celebración de muchos nacimientos y sobre todo la victoria de la vida porque si muere toda una generación toma el relevo la siguiente con los mismos traumas, sufrimientos y momentos felices. María, uno de los personajes de esta historia leerá un poema de un folleto que ha comprado en la tienda:

“A la hora de poner la mesa éramos cinco:
mi padre, mi madre, mis hermanas
y yo.
A la hora de poner la mesa, seremos siempre cinco,
mientras uno de nosotros esté vivo,
seremos siempre cinco”.

 
O dicho de otra forma, porque aquí es donde está el nudo gordiano de la obra.
“Miraba los pianos muertos, recordaba cómo había piezas que resucitaban dentro de otros pianos y creía que toda la vida podría ser reconstruida de aquella manera. El tiempo pasaba. Y tenía la seguridad de que una parte de mí, como las piezas de los pianos muertos, seguiría funcionando dentro de ellos. Entonces, pensaba que había una parte de mi padre que permanecía en mí y que les entregaba a mis hijos para que permaneciese en ellos hasta que un día empezaran a entregársela a mis nietos...”
Y así lo que comenzaba con la certeza de la muerte termina con otro nacimiento: “Ha nacido el hijo de Francisco”, fin de la novela. Con lo que, una vez más, la vida vence a la muerte, ¡sí, muerte! ¿dónde tu victoria?
Estamos ante uno de los escritores más importantes y significativos de la nueva literatura portuguesa. Y yo te recomiendo esta extraordinaria novela. Hay quienes ven la sombra de Juan Rulfo, William Faulkner y Lobo Antunes, excelsos compañeros de viaje.
Nota no tan al margen: Debo agradecerle a Juanje, ya le mencioné en su día, técnico de cultura, bibliotecario y alma mater de cuanto se mueve culturalmente en Viana de Cega, y amigo, que me la puso en mis manos, junto a otros dos libros que acababa de seleccionar yo mismo, y me la recomendó. ¡Qué labor la de estos bibliotecarios más encomiable! Gracias.

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