sábado, 15 de agosto de 2015

OTRO VERANO ENTRE LIBROS


 Además de tener la puerta de casa abierta a los amigos para la charla sosegada, tomar unas cervezas y, de paso, algo de picoteo, regar el jardín y cuidar el huerto que no despunta ni a la de tres, escribir mis cosillas, mantener el blog y ser asiduo de Facebook, este verano ha sido fecundo en lecturas de todos los colores: novela, ensayo, poesía, viajes. Ahí van:

“Desfile de ciervos” de Manuel Vicent, a quien tanto admiro en sus artículos de EL PAÍS, pero no tanto en algunas de sus novelas, como ésta; “La muerte juega a los dados” de la gran maestra de talleres de escritura creativa, Clara Obligado, de la que no había leído nada hasta que recientemente conocí personalmente y quedé encandilado como coordinadora de talleres en una Jornada literaria en La Querida de los queridos Isabel Castaño y Raúl Vacas, y ahora sorprendido gratamente en su forma de contar historias y hacerlo con originalidad, maestría y duende; intercambio estas lecturas con el ensayo espléndido “Para qué la ética” de Adela Cortina, que me ha permitido escribir una larga reseña, aportando mis disquisiciones personales, para seguir al gran sabio griego, Sócrates, que sostenía que una vida sin reflexión no merece ser vivida y con “Los Cuadernos” de José Saramago y su enfoque humanista y crítico, que siempre se agradece cuando viene de un buen escritor y hombre de bien; una antología de poesía, “Todos de etiqueta”, que me ha permitido conocer algunos poetas y algún que otro estupendo poema, como EPITAFIO ANTE UN PAPEL EN BLANCO, de Pilar Rubio Montaner; el último de Cristina Fernández Cubas, “La habitación de Nona”, posiblemente la mejor cuentista actual según la crítica, de la que leímos y trabajamos un microrrelato suyo, en el curso pasado, El viaje, de una concisión y belleza antológicas; la novela póstuma, “Demonios familiares”, de Ana María Matute, inacabada, pero no incompleta, como ha señalado algún crítico, de la misma calidad que toda su obra anterior a la que nos tenía acostumbrados esta enorme escritora: “El silencio siempre fue la conversación más apasionada entre mi padre y yo”, Ana María Matute, una vez más, dando voz a los sin voz, y de un ambiente así es capaz de levantar su voz; la tercera en este año de Patrick Modiano, “La hierba de las noches”, de un estilo similar a las anteriores: En el café de la juventud perdida y La calle de las bodegas oscuras, tan característico por su frescura y por todo cuanto sugiere este gran escritor; “Antología de microrrelatos”, a cargo de Clara Obligado, de la que he seleccionado algunos buenos ejemplos de relato corto para mi taller de escritura; “El viaje de la cigüeña” de Gustavo Martín Garzo, que tenía ganas de leer, porque se desarrolla en los mismos pueblos de Tierra de Campos, donde vivió en su niñez y por los que yo mismo habité y atravesé de niño, tantas veces, desde mi pueblo a Medina de Rioseco, en el que no se limita a darnos un libro costumbrista o de viajes al uso, sino que nos regala los recuerdos de la infancia con la visita actual a aquellos lugares, rociado todo con luminosas, mágicas y profundas reflexiones y contrapuntos con la mitología y la literatura fantástica; fue hace un año, 1014, cuando terminé de leer la novela “El palacio azul de los ingenieros belgas” de Fulgencio Argüelles y me pareció deslumbrante y en este de 2015 he vuelto con este novelista, y he leído su última novela, “No encuentro mi cara en el espejo” con gran aprovechamiento y deleite. Magnífica igualmente. En cada página levanta un monumento a la palabra bien escrita y a historias hábilmente enhebradas dejándote la puerta abierta con fina elegancia para que sigas adelante.
Todos ellos de tamaño mediano tirando a corto, pero tan largos y tan enjundiosos. Parece mucho, pero no tanto, las tardes de julio y agosto se alargan a ritmo moroso, y yo soy lento y hago, a conciencia, lenta la lectura y bolígrafo en mano.
Nota no tan al margen:
Y cuando va llegando a su fin este verano, vuelvo a la biblioteca de Viana de Cega que me nutre de alimento para el espíritu, y al coger “La trama oculta” uno de los libros de cuentos de José María Merino y “La especie elegida-La larga marcha de la evolución humana” de Juan Luis Arzuaga e Ignacio Martínez, Juanje, el técnico de cultura, bibliotecario y alma mater de cuanto se mueve en este municipio, me trae una de las novelas de José Luis Peixoto “Cementerio de pianos”, que me recomienda y me anima a conformar el trío. Me fío de él y del estupendo escritor Luis Sepúlveda que ha dicho lo que sigue: “La escritura de José Luis Peixoto es a un tiempo fresca, ágil, envolvente y, asimismo, contiene toda una herencia literaria universal. Estamos ante una escritor maduro. Un admirable narrador portugués”. Y me voy más contento que unas castañuelas. Con ellos terminaré este verano lector.

Ah, y gracias, Enrique Salas, amigo, por el libro de Luis Alonso, amigo común, y que al día siguiente tuvimos el placer de estar en la presentación-concierto en Medina de Rioseco. Habrá que degustar a solas este nuevo poemario de un gran poeta: “Mientras canta Billie Holiday”.

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