martes, 24 de febrero de 2015

¡ESOS ADOLESCENTES!



Lo bueno de los adolescentes es que nos obligan a cambiar el paso y el ritmo. Lo malo es que nos ponen a cien, pero bienvenidos porque descabalan nuestras certezas, que son tan débiles con frecuencia que se desmoronan como cualquier torre de naipes que se precie de ser torre. Y nos ponen contra la pared y desde la altura de las canas no se aguanta tanta feliz y fresca impertinencia.
Pareciera que están toda la tarde y toda la perra vida ganduleando y cuando más ensimismados están, como a pájaros, se están haciendo las preguntas más trascendentales que todos nos hicimos cuando teníamos sus años, acaso menos, porque el ambiente era tan cerrado, acotado y oscurantista que por el menor motivo te caía un castigo que temblaba el misterio.
Vienen con otros atuendos, ay mi madre, dice la abuela; con otros valores, quien sostiene, muy estirado, que ya no hay valores, porque se ha colocado unas gafas de madera y no se entera de los nuevos tiempos; con otros aires, nada marciales, pero aún así, quieren comerse el mundo, otro mundo bien distinto al tuyo, que nunca pones en solfa, ay; con otro estilo de ser y parecer, el suyo, que como cantaba el poeta libanés Kalil Gibran, no te pertenece: “ellos viven en la casa de mañana, que no puedes visitar, ni siquiera en sueños”; quizá sus sueños no sean tan dispares de los tuyos, de los nuestros, cuando teníamos su edad, pero nada hay que se olvide tan deprisa como la adolescencia, y se nos han olvidado todas las señas de identidad de aquella época tan lejana...
Mírala como a tu propia hija, como a tu misma nieta y comenzará a correr un río de sangre fresca repleto de ternura que hará enamorarte de esa figura que es toda una obra de arte, de su indolencia que no deja de tener su encanto, de esa gracia de coger un libro entre las manos y convertir el rincón de la lectura en un lugar tan original y del misterio de su alma que cuida como el más valioso de los metales preciosos.
Dicho lo dicho, caben otras lecturas: insinuar, por ejemplo, que menos mal que se pasa pronto, para bien de ellos y liberación de los padres angustiados y desesperados de tanta insolencia.

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