¿Estaremos condenados a ser un pueblo cainita? A
simple vista pudiera parecerlo: violencia alta en el fútbol y sus
aledaños, agresividad verbal desde los coches, no ver simplemente
adversarios en política, malos tratos y violencia machista
-recientemente hasta con los propios hijos-, luchas cainitas en los
partidos políticos, deseos de acabar a sangre y fuego con los
terroristas, violadores, canallas y demás gentes que no merecerían estar
entre gente civilizada... (olvidando
que son de los nuestros, claro, y que mal que nos pese tendríamos que
acostumbrarnos y aceptar vivir con ellos, después de pasar por la cárcel
lo dictado por la Justicia, porque ¿dónde colocaríamos el listón?),
pero ya digo que a simple vista pudiera parecer que somos un pueblo que
repite la triste historia de Caín y Abel, y no es así, NO ES ASÍ, algo
hemos avanzado, y mucho. La inmensa mayoría de los aficionados va al
fútbol y se comporta, no son tantos los que chillan y lanzan insultos de
coche a coche -yo los oigo muy de tarde en tarde-, la violencia
machista sería altísima con un solo caso, cierto, pero por fortuna es un
grupo de indeseables y malnacidos..., muchos, demasiados, pero un
grupo, y así sucesivamente.
Con lanzar alarmas no logramos más que alarmar al personal, viciar el ambiente, proferir palabras gruesas en la barra del bar que a nada conducen, porque lo eficaz es sembrar el ambiente de educación, civismo, diálogo, respeto, aminorar la vehemencia, dar mucha mayor importancia a los argumentos de peso y a las razones ponderadas, que las instituciones velen por el orden, el bienestar y la justicia, pongan los medios necesarios, las normas que dictan se cumplan a rajatabla..., y aún así, reconocer que no debemos poner las manos en el fuego ni por nosotros mismos, porque podemos quemárnoslas, también nosotros, “los buenos”, hasta que dejamos de serlo, ya que todos somos corruptibles, por eso, contemplar de vez en cuando el cuadro famoso de Goya, o la reciente viñeta de El Roto, es saludable y por nada del mundo deberíamos imitar, tanto si se es político como ciudadano de a pie, a esos energúmenos que están dispuestos a hundirse totalmente en el cieno y seguir a garrotazos hasta que la muerte los separe.
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