Lo mejor será mirar detenidamente a los ojos de la niña hasta que se metan bien en el fondo de cada cual y nos daremos cuenta de que es cierta la leyenda-pie de foto: ojos tristes necesitados de abrazos, que nos llevará a darnos de bruces con la gran verdad, aunque parezca mentira, que la niñez no es el paraíso porque fue robado ¿quién sabe quién, cómo, dónde y cuándo? Hay momentos luminosos, como en cualquier etapa del ciclo de la vida, pero si alguien necesita de mimos, besos y achuchones, menos preguntas y más abrazos, calor y relatos que alimenten su imaginación necesitada de magia, duendes y escenas donde el asombro tenga su asiento para que puedan seguir alargando sus sueños, esos son los niños.
Habría que estar al tanto, ojo avizor, para que en cuanto vayan a
derramar una sola lágrima, lograr que sola sea una y siempre con el
pañuelo cálido de adultos.
Habría que estar a su lado con algunos noes, necesarios para espantar los peligros, y que aprendan el coraje y la fortaleza necesarios para cruzar los caminos de la vida, pero por encima de todo con muchos síes, para alentar, estimular y que nunca falle el respaldo aprobatorio en su crecimiento sano y de amplios horizontes.
Habría que estar siempre cerca, con más silencios que palabras, más ejemplos que largas peroratas, más sonrisas y carcajadas que castigos y descalificaciones y con un oso de peluche que les haga compañía en las largas noches de sus larguísimos sueños.
Y tendría que acudir toda la tribu para intentar llenar de risas sus hermosos años, no se les puede dejar en exclusiva ni a los padres, ni a los colegios, ni a las iglesias, ni a la calle, ni a las televisiones, ni a sus colegas de escuela y juegos... Cuando decimos que la solución está en la educación de las nuevas generaciones, comenzando por los niños, no hay que olvidar ninguno de esos agentes externos porque si éstos fallan no hay manera.
Ojos tristes, hermosos,
ya que así me miráis, miradme al menos...
Habría que estar a su lado con algunos noes, necesarios para espantar los peligros, y que aprendan el coraje y la fortaleza necesarios para cruzar los caminos de la vida, pero por encima de todo con muchos síes, para alentar, estimular y que nunca falle el respaldo aprobatorio en su crecimiento sano y de amplios horizontes.
Habría que estar siempre cerca, con más silencios que palabras, más ejemplos que largas peroratas, más sonrisas y carcajadas que castigos y descalificaciones y con un oso de peluche que les haga compañía en las largas noches de sus larguísimos sueños.
Y tendría que acudir toda la tribu para intentar llenar de risas sus hermosos años, no se les puede dejar en exclusiva ni a los padres, ni a los colegios, ni a las iglesias, ni a la calle, ni a las televisiones, ni a sus colegas de escuela y juegos... Cuando decimos que la solución está en la educación de las nuevas generaciones, comenzando por los niños, no hay que olvidar ninguno de esos agentes externos porque si éstos fallan no hay manera.
Ojos tristes, hermosos,
ya que así me miráis, miradme al menos...
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