martes, 29 de julio de 2014

UNA NIÑA CON SU AMANTE



“Ya no era una niña más con un libro: era una mujer
con su amante”, así termina un hermoso cuento de Clarice Lispector.

El cuento trata de dos niñas: una, gorda, baja pecosa, pelirroja, de voluminosos pechos... y cruel, además hija del dueño de una librería; la otra, muy amiga de los libros, delgada, alta, de cabello libre, muy mona y plana de pechos, deseosa de leer un libro voluminoso, como “para quedarse a vivir con él, para comer, para dormir con él. Y totalmente por encima de mis posibilidades”. Así que se lo pidió prestado.
Sin problemas, le dijo, y le sugirió que se pasara al día siguiente por él.
Y comenzó a enamorarse, tanto era el deseo de leerlo. “Hasta el día siguiente, de la alegría, yo estuve transformada en la misma esperanza: no vivía, nadaba lentamente en un mar suave, las olas me transportaban de un lado a otro”.
Y allí se presentó muy de mañana, pero ya lo había prestado, y cabeza baja, muy despacio, se marchó a su casa, pero enseguida le volvió la esperanza, y ya caminaba por la calle a saltos que era mi manera extraña de caminar por las calles.
Volvió al día siguiente, porque le prometió que se lo dejaría y allí se presentó... al día siguiente... y al día siguiente... y al día siguiente... y así día tras día, muchos días y muchas noches, pero siempre llegaba tarde, ya lo había prestado.
“Yo había empezado a adivinar, es algo que adivino a veces, que me había elegido para que sufriera... A veces ella decía: Pues el libro estuvo conmigo ayer por la tarde, pero como tú no has venido hasta esta mañana se lo presté a otra niña”.
Hasta que un buen día apareció la madre extrañada de que, día tras día, y así muchos días y muchas noches, pasara por su casa y se detuviera en la puerta para hablar con su hija, averiguó que su hija le estaba mintiendo día tras día y noche tras noche, porque el libro en cuestión estaba en casa, no había salido jamás y la hija no había querido leerlo nunca.
Así que le ordenó con firmeza que me prestara en aquel mismo instante el libro y a mí me dijo que me quedara con él todo el tiempo que quisiera.
Y se marchó rumiando lo que más deseaba: todo el tiempo que quieras, todo el tiempo que quieras, todo el tiempo que quieras...
Con el libro entre las manos, apretándolo contra el pecho, se fue alejando despacio, muy despacio, el pecho caliente y el corazón pensativo.
Tardó unas horas, tras llegar a casa, en abrirlo para detener el deleite y gozar del sobresalto ante el convencimiento de que podía estar en sus manos todo el tiempo que quisiera. Al fin leyó unas líneas maravillosas y quedó prendida para siempre. Y se fue a merendar pan con mantequilla fingiendo que lo había perdido para gozar de la dicha del encuentro.
“Creaba los obstáculos más falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad... a veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un éxtasis purísimo”.

Y termina con ese final maravilloso con el que comencé:
“Ya no era una niña más con un libro: era una mujer con su amante”.
El título del relato se llama Felicidad clandestina, pero cuánta diferencia con los libros de autoayuda del mismo tema. Es otro mundo, es otro cantar, es otra magia literaria de altura.
... Y me obliga a seguir pensando dando alguna vuelta más de tuerca que me lleve a mi terreno: no sólo el libro es un fiel amigo como los animales de compañía, en especial el perro, sino que es un amante, o puede llegar a serlo. ¿Quién que se precie de buen lector no ficharía como buenos y grandes amigos a algunos de los libros leídos? ¿Quién de los muchos que ha releído y subrayado no los elegiría como un buen amante? Podría personalmente dar algunos nombres, pero dejémoslo en el anonimato, sí decir que algunos libros de poesía sobre los que vuelvo y vuelvo, podrían, sin lugar a duda, ser mis verdaderos y queridos amantes. No me dejan, y yo, desde luego, no los abandono. Y al igual que la protagonista del relato de Clarice Lispector soy un hombre con sus amantes, amantes en plural, sí, que en la variedad está el gusto y la riqueza mayor.
Grande esta escritora brasileña, que murió joven, pero que ha pasado a la historia de la alta literatura con todos los méritos y honores.

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