lunes, 26 de mayo de 2014

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XLI

 CUANDO LA VIDA SE HACE INSOPORTABLE

“La vida no siempre vale más que la muerte”.
Ronald Dworkin.


Leo en EL CULTURAL la noticia de la publicación de un nuevo Cuaderno de Salvador Pániker, Cuaderno de Otoño, y la primera visita que haga a librerías me haré con él, porque leí los dos primeros y me parecieron espléndidos. Y este hombre no defrauda. De entrada se cita esta frase: "En el arte de vivir uno tiene que ser el maestro de sí mismo", frase que dijo ya en sus libros anteriores y que subrayé oportunamente, y que me invita más a acudir de nuevo a la nueva obra de este escritor, filósofo, ingeniero, fundador de la editorial Kairós, presidente de la asociación Derecho a Morir Dignamente.


En su Cuaderno amarillo, por primera vez, creo yo, comencé a empaparme de la opinión que este filósofo tiene sobre la eutanasia y que desde entonces fui madurando hasta hacerla mía: “Defiendo la eutanasia voluntaria, en tanto que occidental, en tanto que defensor de los derechos humanos. Porque el derecho a salirse de la vida, cuando la vida se degrada más allá de ciertos límites, es un derecho humano de la primera generación de derechos humanos, es un derecho de libertad, de autodeterminación y autonomía. En tanto que oriental lo único que hago, o intento hacer, es desdramatizar el asunto de la muerte”.


Y, curiosamente, en estos mismos días, leo un libro muy interesante de la filósofa Victoria Camps sobre La voluntad de vivir, voluntad de vivir que debe ir unida a la de vivir dignamente, porque la dignidad es la característica del ser humano. Cita Victoria Camps esta cita del filósofo del derecho, Ronald Dworkin, que hace diana: “La vida no siempre vale más que la muerte”. Este es un principio fundamental que ya se ha hecho ley, al menos, en una inmensa minoría. Y como sostiene la catedrática de ética de la Universidad Autónoma de Barcelona: “Querer vivir es, sin duda, positivo, pero no lo es querer vivir de cualquier manera”. Por ello es pertinente plantearse y abrir debates sobre los cuidados paliativos, la eutanasia pasiva, el suicidio asistido o la eutanasia activa. Porque, sigue diciendo Victoria Camps, que vivir bien y con dignidad no son cuestiones individuales que pertenecen sólo a la vida privada, por lo que es tan vital abrir el debate interdisciplinar desde los profesionales de la salud, la ética, la política y, desde luego, desde la óptica de una moral aconfesional, ya que de lo contrario no da lugar al debate, sino al dogma y los fundamentalismos.
Hace días, perdón por la comparación, decidimos sacrificar a Luna, mi segunda perra, amiga y compañera durante 14 años, y la decisión no era fácil, costaba tomarla, y éramos conscientes de que la diferencia es poco menos que infinita, estamos ante un animal, tratado como si fuera casi-casi uno más de la familia y un poco como una reina, eso dicen mis hijas, pero nos costó lo suyo tomar la decisión y no dejaba de pensar que si esto era así, cómo será cuando se trata de un ser humano, teniendo claro que “la vida no siempre vale más que la muerte” y estaba claro que la vida de Luna no valía más que la muerte y, aunque dolió, nos tranquilizó al ver cómo moría dulcemente sin el más mínimo dolor.


Leeré de nuevo a Pániker en su Cuaderno de otoño y, a buen seguro, me seguirá dando razones y argumentos de peso sobre estos y otros asuntos con la brillantez y la vasta cultura que le caracteriza. Y de paso te recomiendo la lectura de La voluntad de vivir de Victoria Camps, que dice entre otras cosas: 


“El derecho a la vida se ha ido convirtiendo en el derecho a vivir con dignidad”. “A mi juicio se ha producido el cambio hacia una concepción del bien del paciente que no contempla ni la curación ni la conservación de la vida como el bien supremo”. “Hoy entendemos la libertad como autonomía: capacidad de decidir por nosotros mismos. Una capacidad cuyo único límite moral es el daño a los otros. Ni fácil, ni cómodo, por lo que la construcción de la libertad no puede ser una empresa individualista sino comunitaria”. Las decisiones del individuo no están exentas de responsabilidad social”. “El objetivo de curar, dice Hans G. Gadamer, en un bello libro titulado El enigma de la salud, no es recuperar la salud, sino restaurar u equilibrio que se ha perdido, recuperar una armonía que permita mantener las ganas de vivir”. “Desde la perspectiva del cuidado, la eutanasia se convierte en una “ayuda al moribundo”, dirigida a acompañarle en su decisión y a aliviar su sufrimiento más que a provocar la muerte”.

Un libro que ayuda a pensar, a tener argumentos de peso y a formarse una opinión lo más acorde con el pensamiento actual, libre de prejuicios y con razones del más acá.

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