CUANDO LA VIDA SE HACE INSOPORTABLE
“La vida no siempre vale más que la muerte”.
Ronald Dworkin.
Leo en EL CULTURAL la noticia de la publicación de un nuevo Cuaderno de
Salvador Pániker, Cuaderno de Otoño, y la primera visita que haga a
librerías me haré con él, porque leí los dos primeros y me parecieron
espléndidos. Y este hombre no defrauda. De entrada se cita esta frase:
"En el arte de vivir uno tiene que ser
el maestro de sí mismo", frase que dijo ya en sus libros anteriores y
que subrayé oportunamente, y que me invita más a acudir de nuevo a la
nueva obra de este escritor, filósofo, ingeniero, fundador de la
editorial Kairós, presidente de la asociación Derecho a Morir
Dignamente.
En su Cuaderno amarillo, por primera vez, creo yo,
comencé a empaparme de la opinión que este filósofo tiene sobre la
eutanasia y que desde entonces fui madurando hasta hacerla mía:
“Defiendo la eutanasia voluntaria, en tanto que occidental, en tanto
que defensor de los derechos humanos. Porque el derecho a salirse de la
vida, cuando la vida se degrada más allá de ciertos límites, es un
derecho humano de la primera generación de derechos humanos, es un
derecho de libertad, de autodeterminación y autonomía. En tanto que
oriental lo único que hago, o intento hacer, es desdramatizar el asunto
de la muerte”.
Y, curiosamente, en estos mismos días, leo un libro
muy interesante de la filósofa Victoria Camps sobre La voluntad de
vivir, voluntad de vivir que debe ir unida a la de vivir dignamente,
porque la dignidad es la característica del ser humano. Cita Victoria
Camps esta cita del filósofo del derecho, Ronald Dworkin, que hace
diana: “La vida no siempre vale más que la muerte”. Este es un principio
fundamental que ya se ha hecho ley, al menos, en una inmensa minoría. Y
como sostiene la catedrática de ética de la Universidad Autónoma de
Barcelona: “Querer vivir es, sin duda, positivo, pero no lo es querer
vivir de cualquier manera”. Por ello es pertinente plantearse y abrir
debates sobre los cuidados paliativos, la eutanasia pasiva, el suicidio
asistido o la eutanasia activa. Porque, sigue diciendo Victoria Camps,
que vivir bien y con dignidad no son cuestiones individuales que
pertenecen sólo a la vida privada, por lo que es tan vital abrir el
debate interdisciplinar desde los profesionales de la salud, la ética,
la política y, desde luego, desde la óptica de una moral aconfesional,
ya que de lo contrario no da lugar al debate, sino al dogma y los
fundamentalismos.
Hace días, perdón por la comparación, decidimos
sacrificar a Luna, mi segunda perra, amiga y compañera durante 14 años, y
la decisión no era fácil, costaba tomarla, y éramos conscientes de que
la diferencia es poco menos que infinita, estamos ante un animal,
tratado como si fuera casi-casi uno más de la familia y un poco como una
reina, eso dicen mis hijas, pero nos costó lo suyo tomar la decisión y
no dejaba de pensar que si esto era así, cómo será cuando se trata de
un ser humano, teniendo claro que “la vida no siempre vale más que la
muerte” y estaba claro que la vida de Luna no valía más que la muerte y,
aunque dolió, nos tranquilizó al ver cómo moría dulcemente sin el más
mínimo dolor.
Leeré de nuevo a Pániker en su Cuaderno de otoño y, a
buen seguro, me seguirá dando razones y argumentos de peso sobre estos y
otros asuntos con la brillantez y la vasta cultura que le caracteriza. Y
de paso te recomiendo la lectura de La voluntad de vivir de Victoria
Camps, que dice entre otras cosas:
“El derecho a la vida se ha ido
convirtiendo en el derecho a vivir con dignidad”. “A mi juicio se ha
producido el cambio hacia una concepción del bien del paciente que no
contempla ni la curación ni la conservación de la vida como el bien
supremo”. “Hoy entendemos la libertad como autonomía: capacidad de
decidir por nosotros mismos. Una capacidad cuyo único límite moral es el
daño a los otros. Ni fácil, ni cómodo, por lo que la construcción de la
libertad no puede ser una empresa individualista sino comunitaria”. Las
decisiones del individuo no están exentas de responsabilidad social”.
“El objetivo de curar, dice Hans G. Gadamer, en un bello libro titulado
El enigma de la salud, no es recuperar la salud, sino restaurar u
equilibrio que se ha perdido, recuperar una armonía que permita mantener
las ganas de vivir”. “Desde la perspectiva del cuidado, la eutanasia se
convierte en una “ayuda al moribundo”, dirigida a acompañarle en su
decisión y a aliviar su sufrimiento más que a provocar la muerte”.
Un libro que ayuda a pensar, a tener argumentos de peso y a formarse
una opinión lo más acorde con el pensamiento actual, libre de prejuicios
y con razones del más acá.
lunes, 26 de mayo de 2014
A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XLI
Publicado por ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ en 7:47
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