“No os dejéis engañar
con que la vida es poco.
Bebedla a grandes tragos
Porque no os bastará
cuando hayáis de perderla.
La vida es lo más grande:
perderla es perder todo”.
Bertolt Brecht
Yo sigo leyendo, como Carlos Boyero, a Bertolt Brecht, de quien escribe
que se ha pasado de citarle en toda conversación en los años 70 del
progresismo ilustrado a no hacerlo nunca. “Y de repente, escribe el
crítico de cine, llegó el silencio sobre persona y artista tan
significativo”.
Sólo habría que releer algún poema suyo para
percatarse de que sigue siendo imprescindible y de máxima actualidad,
por ejemplo el poema A los hombres futuros:
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos éstos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?
Cierto, seguimos viviendo en tiempos sombríos, yo diría que peor aún,
siniestros, cínicos, miserables, corruptos, de una desigualdad hiriente y
enfermiza, mientras, por poner un solo ejemplo a mano, desde arriba,
algunos impresentables en 24 horas llaman a los que se manifiestan
defendiendo simplemente su dignidad: pan, techo, trabajo..., nazis y de
extrema izquierda, a la vez, y sin que se le caiga una pestaña ni se
vaya a su casa por tamaña estupidez y barbaridad.
Tiempos sombríos
en los que hablar sobre árboles es casi un crimen, o defender el derecho
de la mujer a ser madre o no serlo, o reivindicar una educación y una
sanidad públicas, o apoyo a la dependencia y en general todos los
derechos sociales adquiridos durante años y mucho esfuerzo. Y menos mal
que gran parte de la ciudadanía está a mucha mayor altura que sus
representantes.
Tiempos más que sombríos, diría, hoy, Bertolt Brecht.
O las Preguntas de un obrero ante un libro que termina así:
... El joven Alejandro conquistó la India.
¿El sólo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién paga sus gastos?
Una pregunta para cada historia.
¿Qué mal se ha contado la historia, qué mal nos la han contado y con
cuánto descaro? ¿Cuántas preguntas verdaderas tendríamos que hacer para
desandar lo andado y colocar a cada cual en su sitio?
¡Cómo me
hubiera gustado ver este poema en mis libros de historia y cómo me
gustaría que iniciaran las clases de historia en todas las escuelas,
institutos y universidades con este poema de Bertol Brecht.
O
la magnífica Balada del no y del sí de una fuerza narrativa
impresionante y un canto tan rebelde como lúcido de la mujer libre.
Después de decir NO en su pensamiento: aunque tuviera dinero, ser bien
educado y a diario llegar camisa limpia... y decir taxativamente NO, a
la hora de la acción, al primero que se acercó: un hombre de Kent, a
pesar de ser como un hombre debe ser; y NO al que tenía en el puerto
tres barcos, y NO al que estaba loco por ella. NO, NO y NO. ¿Razón?:
Una no puede dejarse llevar / hay que ser frías, hay que ser duras de
corazón. / ¡Cuántas cosas podrían pasar! / Pero sólo se puede “no”.
Pero ella, desde su libertad ganada a pulso generación tras generación
en una cadena de fuerza y coraje, un buen día, cuando ella quiere da un
paso al frente con el poderío y virtud de una diosa, lanza un tremendo
SÍ al mundo y se va con quien ni siquiera le ruega, sólo porque hace un
precioso día azul, porque se deja llevar por la sinrazón de la razón o
la pasión más templada o la locura de la cordura más fuerte, ¡ay del
siempre cuerdo, perfecto y santo para más señas! Y pasa lo que pasa, que
todo la naturaleza aplaude la decisión y se confabula en su ayuda:
Brilla la luna en la noche, duerme la barca en la orilla y si es de día
montan una sinfonía de colores y gorjeos todos los pájaros del valle...
porque hay que dejarse llevar y ya no se puede ser por más tiempo, como
antes, frías y duras de corazón.
Dejemos hablar al poeta y ver cómo termina la deliciosa Balada del no y del sí:
Mas un día, un hermoso día azul,
vino uno que no me rogó.
Colgó su sombrero en el clavo de mi habitación
y ya no supe lo que hacía.
Y como no tenía dinero,
ni era bien educado,
y no llevaba camisa limpia ni el domingo,
ni sabía a una señora tratar,
a él no le dije «no».
No tuve la cabeza alta
ni sentido común.
Ah, brilló la luna en la noche,
y la barca atada a la orilla quedó,
pero fue inevitable pasar de la raya.
Sí, hay que dejarse llevar simplemente,
no hay que ser frías, no hay que ser duras de corazón.
¡Tantas cosas tenían que pasar!
No se podía ya decir «no».
La naturaleza confabulada, ya digo. No se puede expresar más bellamente como lo hace el gran Bertolt Brecht:
Ah, brilló la luna en la noche,
y la barca atada a la orilla quedó...
... No se podía ya decir «no».
Una joya literaria.
martes, 8 de abril de 2014
A LA SOMBRA DE BERTOLT BRECHT XXXIII
Publicado por ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ en 13:47
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2 comentarios:
Como me gusta esto: " Y menos mal que gran parte de la ciudadanía está a mucha mayor altura que sus representantes".
Del sí, por el día azul... nos dará para más de una charla ;)
Y sobre el mundo: creo que tendremos que hacer paradas de vez en cuando, para tomar aire fresco, antes de seguir. Algunos días es muy duro...
Gracias por estos textos tan suculentos.
Gracias a ti, Mª Jesús, siempre, por estar ahí de la manera en que estás: lúcida, cálida, crítica, entrañable.
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