sábado, 1 de marzo de 2014

RECITAL POÉTICO EN LA CASA ZORRILLA


... Y allá me fui, a la Casa de Zorrilla con los bártulos: un libro, unos cuadernos, un canto rodado, como la piedra pequeña y ligera de León Felipe, y la voz aclarada, a dar, de la mano de mi amiga Gloria Rivas, que hacía de presentadora, un recital poético, que tendría dos partes: poemas de mi libro Al aire de los días, al hilo de la noches, otros no publicados de última hora y reciente cocción y algunos textos, en prosa, titulados: Viaje a mi infancia pasando por la tuya. 
Escribo esto cuatro horas antes, porque después de la breve siesta, es mi hora preferida para escribir, y porque en esta ocasión se va la impaciencia, que no nervios, natural en mí.
 
Haré un recital a mi aire y a mi gusto, quizá un tanto heterodoxo. Prefiero que los asistentes entren en mi taller-cocina para, lo más importante: que ellos pongan la letra, su letra, mientras yo pongo la música y explicarles cómo cociné mis versos e hilvané mis palabras bajo la inspiración de lo alto o lo profundo, de donde viene siempre, o por decirlo de manera más prosaica, pero no menos verdadera, de la voz de la calle, el silencio sonoro de las cosas, unos versos cogidos al vuelo, la voz de los que no tienen voz, el aullido de los humillados, marginados, escoria de los rincones del mundo áspero y cruel, la imagen de un día, que te habla del mal tiempo del hombre urbano y del tiempo de oro para mi padre, labrador de Tierra de Campos; porque ¿a quién importa mis Aires de infancia en Tierra de Campos?, que cambié, con mejor criterio, por Viaje a mi infancia pasando por la tuya, porque esto ya es otra cosa. Mi viaje... ya digo, y repito, la música, para que ellos vayan a su infancia y pongan la letra, su letra.

Y dirás ¿y eso del canto rodado-piedra pequeña y ligera?
Verás: en estos últimos diez años de prejubilado y jubilado de lleno me estoy dedicando con enorme satisfacción a dirigir, o mejor, coordinar talleres de escritura creativa y la primera sesión no puede fallar: les regalo una piedrecita y los interpelo: si nos les dice nada no es culpa de la piedra, sino de ellos, los animo a que la toquen, la acaricien, les transmitirá calor y ella se lo devolverá agradecida, de los millones y trillones que en el mundo hay, pero ella ya es suya, pueden guardarla, nunca tirarla, porque desde su mudez puede hacernos y gritarnos las grandes preguntas que el hombre se ha hecho desde que él y la mujer viven sobre la tierra: ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Pero ellas seguirán ahí:
Porque tú pervivirás / cuando yo ya no sea más / que sombra lejana, / recuerdo fenecido, / alguien que pasó / a mejor vida / y ya no quede nada, / tras siglos de prisa / y desconcierto... Y les dice, claro que les dice, porque se sorprenden de lo que son capaces y a todos nos sorprenden. La creatividad va con el viento y nos recorre a todos.
Y cómo de una noticia de prensa, sobre inmigrantes subsaharianos, porque el asunto te toca las fibras más sensibles, ya que nada de lo humano te es ajeno, enhebras unos endecasílabos entre reflexiones en prosa, qué poco ortodoxo, ya, licencias poéticas: Y sale sin querer queriendo y denunciando: Negra sombra sobre la noche helada / viento negro sobre la piel morena, / sangre negra sobre la piel mojada / y muerte negra en soledad hambrienta. Negra sombra sobre la piel morena, / viento helado sobre la piel herida, / sangre oscura cayendo por los muros, / y muerte lenta en carne desvalida,
A continuación la prosa:
Y no me vengas con rodeos y circunloquios, porque lo único que no hay que hacer a quien te pide comida, después de treinta días, sin llevarse un bocado a la boca de ayuno involuntario, es darle cien patadas en el trasero y enviarle al desierto para que se alimente de arena, polvo... y mierda de camello, si es que antes no se la han comido. Etc. etc.
Y, ¿cómo no cobijarse a la sombra de Whitman si durante mucho tiempo me ha obsesionado la idea, como un mandato, de crecer a los diez y a los noventa? Porque ¿qué tiene que ver la edad con la necesidad imperiosa de seguir creciendo hacia arriba, hasta los veinte y pocos y después hacia los lados y hacia dentro como nos enseñó el maestro y filósofo Aranguren? Y los versos salen solos, aunque no tengan la altura prodigiosa del poeta americano: 

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco.
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas. 

Y con la prosa algo similar. Me interesaba que viajaran a su infancia, infinitamente más motivador que llevarlos a la mía.
A sus fríos y sus sabañones, sus primeras palabras, sus primeros amores, sus lagarejos de vendimias, si tuvieron la suerte inmensa de ir a vendimiar, sus juegos y los nombres de sus amigos, los miedos y los bosques, los ritos de paso y las costumbres que se pegaron a la piel, los grandes y queridos maestros y los no tanto, y un recuerdo para todos aquellos sin los cuales no seríamos apenas nada.
Y animarlos a que escriban su autobiografía. Inicié esta segunda parte con este párrafo:
Toda mi niñez, como la tuya, gira en torno a unas cuantas palabras, más bien pocas, capaces de generar una película, un libro, una biografía. Es nuestro sustrato, la tierra firme o movediza que constituye la base de todo lo que vendrá después. Las mías son: caballo, bicicleta, padre, maestro, amores prohibidos, árbol solitario, primeros versos, libre… que generarán, a su vez, otras palabras, historias encadenadas, discursos paralelos, toda una biografía que emerge con la fuerza de una torrentera, uniendo el pasado, que sigue vivo en la memoria, con el presente y todo cuanto se cuece en su entorno y el futuro al alcance de las manos y los sueños. Por eso lo he llamado Aires de infancia en Tierra de Campos o acaso mejor: Al aire de mi infancia y de la tuya o si prefieres: Viaje a mi infancia pasando por la tuya.

... Y regresé con los bártulos a casa, más contento que unas castañuelas, creyendo que los llevé sin esfuerzo a sus huertos donde florecen sus limoneros y se atisba una cosecha espléndida. Pero eso ya es asunto suyo.
Lo dicho: gracias, muchas gracias.

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