Con esta
primera idea: otra vejez es posible,
nos tropezamos al comenzar el libro de Anna Freixas, Tan frescas – Las nuevas mujeres mayores del
siglo XXI y, enseguida, nos explica por qué ha elegido el título: TAN FRESCAS, cuyas dos palabras definen
el espíritu del libro. “Tan frescas, sin
ira ni rencor, con ánimo de iniciar una conversación que haga grande el mundo
para las mujeres en la edad mayor, que contribuya a desvanecer los miedos con que
nos acercamos a la vejez... y convertir el envejecer en una nueva hoja de ruta”.
La autora, catedrática
de Psicología y profesora de la Universidad de Córdoba, se ha
jubilado recientemente y comienza a vivir esta etapa que en su opinión, que
compartimos, debe reinventarse y redefinir: la vejez, sin miedos, rompiendo
mitos, tópicos estereotipos.
Después de
haberle dedicado muchos años y cientos de páginas al tema es lógico encontrarse
con muchas ideas que han constituido las
herramientas con las que hemos trabajado
este territorio tan necesitado de ser mirado, repensado y debatido con una
mirada atenta y constantemente revisada. Dicho lo cual se reciben con alegría nuevos
planteamientos, uno no deja de continuar aprendiendo y fiel a mi costumbre leo
con bolígrafo en mano para ir subrayando aquello que más me llama la atención:
(Gracias, Mª Jesús Prieto, por acordarte de mí mientras leías el libro y recomendármelo).
- “La
longevidad es un arte de vivir, un estilo, una filosofía”, que toma la autora
del libro de Joël Rosnay y otros, titulado curiosamente: La longevidad un privilegio individual, una bomba colectiva.
- Esta
larga etapa debe dar de sí para redescubrir nuevos valores, otras formas de
estar y luchar por adquirir una necesaria visibilidad, una habitación propia y,
tras haberse dedicado de forma prioritaria a los otros, cuidarse de sí mismas.
Discurso que nos parece hermoso e indiscutible.
- Aboga
la autora por una investigación que refleje la diversidad de la vejez, “trabajos en los que se haga grande el
mundo”, en el que quepan quienes apuestan por la actividad y el
envejecimiento activo y marchoso, pero también respetando y potenciando a
quienes prefieren la contemplación y el silencio “no tanto gustar-les, como gustar-nos, silencio y soledad para ir hacia
dentro”, no tanto hacer como ser. Me ha llamado poderosamente la atención porque me ha hecho revisar el término de
envejecimiento activo que hemos defendido con uñas y dientes, quizá demasiadas
uñas y dientes, casi como dogma, olvidándonos de esa otra faceta que contempla
y defiende Ann Freixas. Asimismo otras formas de vida como “la lentitud, otras formas de estar en el mundo, la sobriedad, frente a
la rapidez, la fuerza y el consumo como virtudes cívicas”. Y otro ritmo,
otra manera de ver y de interpretarlo todo. Y seguir siendo virtuosas,
atractivas, cuidadoras, independientes, disfrutar de la serenidad y el
silencio, dar a entender que no se enteran (y ya lo creo que se enteran) que no
van de protagonistas por la vida dando codazos para ocupar los primeros puestos
y siempre llevar la voz cantante en las reuniones de hombres y mujeres.
- En
este sentido amplía el concepto la autora defendiendo un envejecimiento ingenioso,
amable y elegante contra el edadismo, término acuñado por Robert Butler como
discriminación por el simple hecho de ser mayores con actitudes de rechazo,
marginación, invisibilidad. “Si
envejecimiento es el proceso de desaparecer progresivamente de la vista, las
mujeres mayores somos las reinas de la invisibilidad”.
- Se
agradecen la sensibilidad, los pies en la tierra, el espíritu crítico, el continuo
interpelarse, la abundante bibliografía que maneja, preferentemente de mujeres
y la invitación constante, sin esfuerzo,
ni orden ni mandato alguno, a seguir pensando por propia cuenta.
Recomienda a las mujeres hacer de la edad su aliada y cometer actos de
resistencia con humor que es la venganza
de los oprimidos.
- Invitación
constante a aprovechar el tiempo, conscientes de que en esta edad pasan los
días no como en el tiempo de nuestra
infancia que eran interminables, y ¡ojo! aunque sea verdad, con vernos más
jóvenes que el resto, nos pasa a casi todos, casi todas, la verdad es que
nosotros también envejecemos y de sabios es aceptar y celebrar la edad como
aprendí de Betty Friedan en La
fuente de la edad, que Freixas cita varias veces, y que fue mi Biblia
allá por los 90. “No me quiten la edad,
me pertenece”, deberíamos decir con May Sarton,
- Como
buena feminista, la autora, sale en defensa de la igualdad en derechos, deberes
y dignidad de mujeres y hombres, a la lo
largo de su obra, que yo alabo, porque pienso en mi madre, mis hermanas, mi
mujer, mis hijas y mis amigas. “Menos
sumisas y amables, aprender a decir “no”, decir basta y entender la ira y la
rabia como un don”. Como dice la feminista, académica y escritora Germaine
Greer a quien cita: “Ha llegado el
momento de recuperar la indignación”. Y Freixas alarga el discurso: “Podemos sentirnos llenas de furia y también
de ternura, de amor y de distancia, de melancolía y de felicidad”.
Un buen libro para todas las mujeres
desde los 40 y 50 en adelante, también para los hombres, de obligada lectura,
para entenderlas mejor y estar a su altura en tantas cosas y de gran utilidad
para los profesionales que trabajan en los programas culturales y sociales en
donde las mujeres son mayoría aplastante.
No me resisto a dejarte un párrafo, final
del libro:
“Poco
a poco necesitamos ir creando nuevos mapas mentales para nuestra vida de mayores. Realizar un
ajuste entre la realidad que vivimos y nuestras antiguas ideas y
creencias...Vivir sintiendo el orgullo de ser mayor y de haber llegado hasta
aquí con dignidad y respeto propio. Normalizar la vejez, no como un estado de
catástrofe sino como un tiempo a vivir. Un tiempo que deseamos sea
significativo, amable, valioso... Nunca es tarde”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario