jueves, 20 de febrero de 2014

INSUMISAS Y TAN FRESCAS - OTRA VEJEZ ES POSIBLE






Con esta primera idea: otra vejez es posible,  nos tropezamos al comenzar el libro de Anna Freixas, Tan frescas – Las nuevas mujeres mayores del siglo XXI y, enseguida, nos explica por qué ha elegido el título: TAN FRESCAS, cuyas dos palabras definen el espíritu del libro. “Tan frescas, sin ira ni rencor, con ánimo de iniciar una conversación que haga grande el mundo para las mujeres en la edad mayor, que contribuya a desvanecer los miedos con que nos acercamos a la vejez... y convertir el envejecer en una nueva hoja de ruta”.  La autora, catedrática de Psicología y profesora de la Universidad de Córdoba, se ha jubilado recientemente y comienza a vivir esta etapa que en su opinión, que compartimos, debe reinventarse y redefinir: la vejez, sin miedos, rompiendo mitos, tópicos estereotipos.
Después de haberle dedicado muchos años y cientos de páginas al tema es lógico encontrarse con muchas ideas que han  constituido las herramientas con  las que hemos trabajado este territorio tan necesitado de ser mirado, repensado y debatido con una mirada atenta y constantemente revisada. Dicho lo cual se reciben con alegría nuevos planteamientos, uno no deja de continuar aprendiendo y fiel a mi costumbre leo con bolígrafo en mano para ir subrayando aquello que más me llama la atención: (Gracias, Mª Jesús Prieto, por acordarte de mí mientras leías el libro y recomendármelo).

-  “La longevidad es un arte de vivir, un estilo, una filosofía”, que toma la autora del libro de Joël Rosnay y otros, titulado curiosamente: La longevidad un privilegio individual, una bomba colectiva.
-  Esta larga etapa debe dar de sí para redescubrir nuevos valores, otras formas de estar y luchar por adquirir una necesaria visibilidad, una habitación propia y, tras haberse dedicado de forma prioritaria a los otros, cuidarse de sí mismas. Discurso que nos parece hermoso e indiscutible.
-  Aboga la autora por una investigación que refleje la diversidad de la vejez, “trabajos en los que se haga grande el mundo”, en el que quepan quienes apuestan por la actividad y el envejecimiento activo y marchoso, pero también respetando y potenciando a quienes prefieren la contemplación y el silencio “no tanto gustar-les, como gustar-nos, silencio y soledad para ir hacia dentro”, no tanto hacer como ser. Me ha llamado poderosamente la atención porque me ha hecho revisar el término de envejecimiento activo que hemos defendido con uñas y dientes, quizá demasiadas uñas y dientes, casi como dogma, olvidándonos de esa otra faceta que contempla y defiende Ann Freixas. Asimismo otras formas de vida como “la lentitud, otras formas de estar en el mundo, la sobriedad, frente a la rapidez, la fuerza y el consumo como virtudes cívicas”. Y otro ritmo, otra manera de ver y de interpretarlo todo. Y seguir siendo virtuosas, atractivas, cuidadoras, independientes, disfrutar de la serenidad y el silencio, dar a entender que no se enteran (y ya lo creo que se enteran) que no van de protagonistas por la vida dando codazos para ocupar los primeros puestos y siempre llevar la voz cantante en las reuniones de hombres y mujeres.
-  En este sentido amplía el concepto la autora defendiendo un envejecimiento ingenioso, amable y elegante contra el edadismo, término acuñado por Robert Butler como discriminación por el simple hecho de ser mayores con actitudes de rechazo, marginación, invisibilidad. “Si envejecimiento es el proceso de desaparecer progresivamente de la vista, las mujeres mayores somos las reinas de la invisibilidad”.
-  Se agradecen la sensibilidad, los pies en la tierra, el espíritu crítico, el continuo interpelarse, la abundante bibliografía que maneja, preferentemente de mujeres y la invitación constante, sin esfuerzo,  ni orden ni mandato alguno, a seguir pensando por propia cuenta. Recomienda a las mujeres hacer de la edad su aliada y cometer actos de resistencia con humor que es la venganza de los oprimidos.
-  Invitación constante a aprovechar el tiempo, conscientes de que en esta edad pasan los días no como en el tiempo de  nuestra infancia que eran interminables, y ¡ojo! aunque sea verdad, con vernos más jóvenes que el resto, nos pasa a casi todos, casi todas, la verdad es que nosotros también envejecemos y de sabios es aceptar y celebrar la edad como aprendí de Betty Friedan en La fuente de la edad, que Freixas cita varias veces, y que fue mi Biblia allá por los 90. “No me quiten la edad, me pertenece”, deberíamos decir con May Sarton,
-  Como buena feminista, la autora, sale en defensa de la igualdad en derechos, deberes y dignidad de mujeres y hombres,  a la lo largo de su obra, que yo alabo, porque pienso en mi madre, mis hermanas, mi mujer, mis hijas y mis amigas. “Menos sumisas y amables, aprender a decir “no”, decir basta y entender la ira y la rabia como un don”. Como dice la feminista, académica y escritora Germaine Greer a quien cita: “Ha llegado el momento de recuperar la indignación”. Y Freixas alarga el discurso: “Podemos sentirnos llenas de furia y también de ternura, de amor y de distancia, de melancolía y de felicidad”.

Un buen libro para todas las mujeres desde los 40 y 50 en adelante, también para los hombres, de obligada lectura, para entenderlas mejor y estar a su altura en tantas cosas y de gran utilidad para los profesionales que trabajan en los programas culturales y sociales en donde las mujeres son mayoría aplastante.

No me resisto a dejarte un párrafo, final del libro:

“Poco a poco necesitamos ir creando nuevos mapas mentales  para nuestra vida de mayores. Realizar un ajuste entre la realidad que vivimos y nuestras antiguas ideas y creencias...Vivir sintiendo el orgullo de ser mayor y de haber llegado hasta aquí con dignidad y respeto propio. Normalizar la vejez, no como un estado de catástrofe sino como un tiempo a vivir. Un tiempo que deseamos sea significativo, amable, valioso... Nunca es tarde”.

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