miércoles, 22 de enero de 2014

ESTA CRISIS ES MÁS QUE UNA CRISIS


Se va diciendo mucho, y es verdad, que lo malo de esta crisis en la que nos encontramos, es que se trata de una crisis sistémica: es económica y social y política y cultural y profesional y personal y de valores... que va minando aun a la gente mejor, más valiosa, más entregada a grandes causas, buena profesional..., y cada día nos topamos con gente desilusionada, harta, cansada, a punto de tirar la toalla, que no ve por ningún lado, por mucho que se empeñen, brotes verdes ni luces al final del túnel, eso queda sólo para Rajoy y los más suyos, Cospedal y sus fantasías delirantes en diferido, Fátima Báñez y su Virgen del Rocío y para Montoro el incomparable.
Los mejores, en el sentido de los más preparados emigran para encontrar, ay, lo que nadie quiere en países que ya sufrimos en los sesenta del pasado siglo y los científicos e investigadores a algún rincón allí donde les dejan hacer con dignidad su trabajo.
Y esto va para años y lo sabe el que menos sabe y pasaba por ahí, pero que ya no se deja ni engañar ni embaucar.
Y salta la chispa, cómo no va a saltar, en el BARRIO DE GAMONAL, por ejemplo, y en cuarenta y ocho ciudades donde la gente se manifiesta con una pegatina en el cerebro y otra en el corazón que dice: ¡basta ya!, todos somos Gamonal. (Y la calle salió victoriosa. Hay que aprender de la calle, señores del Gobierno y gestores de lo público).
Y una inmensa mayoría no soporta el proyecto de ley sobre el aborto porque no era necesario, porque es injusto, hipócrita, oscurantista, con graves contradicciones: ¿cómo entender que si el aborto es un crimen y un asesinato, en el caso de que haya violación, pueda abortar la mujer?, ¿en qué quedamos?, si siguen por ese camino pueden llegar a defender a ultranza la vida de todos y cada uno de los millones de espermatozoides, porque no dejan de pertenecer a la vida humana. ¿No se dan cuenta de que su moral no la pueden imponer, porque es su moral y su ideología? Muchos decimos: déjennos vivir y tener nuestra propia moral y si nos condenamos es cosa nuestra, ya lo ves, pero no me haga comulgar, Sr. Gallardón, con sus ruedas de molino.
Y pueden cantar ópera y ver signos luminosos en la macroeconomía, pero que no se engañen ni traten de engañarnos, porque mientras sigamos con los cerca de seis millones de parados y los últimos puestos de trabajo en precario esto va para largo.
Y estamos hartos, nos han hartado, estamos viendo que la crisis sigue enriqueciendo más a los más ricos y empobreciendo más al resto, y somos muchos los que estamos a punto de reventar, aunque nos tocamos la ropa y nos da miedo de nosotros mismos, porque ellos, hasta los más corruptos, los más cínicos y mentirosos son de los nuestros, hemos podido ser nosotros mismos, en el caso de haber estado en su piel o de haber pasado por los mismos sitios por donde han pasado ellos, porque el poder cambia al hombre, y si es mucho poder lo cambia mucho más y el dinero lo corrompe y a más dinero casi nadie se sacia y ambiciona más, la ley de la selva, qué digo, mucho peor que la selva, porque ya quisiéramos llegar a ser como los animales. Porque ¿cómo entender que haya sido tan gigantesco el reguero de polvo, lodo y cochambre en tantos y tantos y tantos ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas y empresarios que pasaban por allí? Por eso hay que pedir que la ley (y su peso) caiga sobre el que delinque y que la justicia sea igual para todos, desde el rey hasta el último ciudadano, que no súbdito, incluidas las infantas, los yernos y todo aquel que la hace.
Lo que no obsta, como escribe, Susana Fortes, en un magnífico artículo sobre la intemperie que padecemos, para librar batallas pendientes: hay unas cuantas cosas elementales que nadie debería perderse: el café del desayuno, por ejemplo, la última película de Sorrentino, los adagios...,los juicios por corrupción, la novela con la que Carmen Amoraga acaba de ganar el Premio Nadal, el humor de Wyoming, la dimisión irrevocable del ministro de Interior, la cerveza Brooklyn lager que venden en mi barrio, los barcos que llegan a puerto, el mundo, las comas, los puntos y los paréntesis de la vida...
Y, a pesar de todos los pesares, que son muchos, riamos, como nos recomendaba en otro artículo similar de bueno, Almudena Grandes, porque la risa, además de ser sana y contagiosa, puede ser revolucionaria. Y con la risa ganemos la calle.
Pues eso.

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