Se va diciendo mucho, y es verdad, que lo malo de esta crisis en la que
nos encontramos, es que se trata de una crisis sistémica: es económica y
social y política y cultural y profesional y personal y de valores...
que va minando aun a la gente mejor, más valiosa, más entregada a
grandes causas, buena profesional..., y cada día nos topamos con gente
desilusionada, harta, cansada, a punto
de tirar la toalla, que no ve por ningún lado, por mucho que se empeñen,
brotes verdes ni luces al final del túnel, eso queda sólo para Rajoy y
los más suyos, Cospedal y sus fantasías delirantes en diferido, Fátima
Báñez y su Virgen del Rocío y para Montoro el incomparable.
Los
mejores, en el sentido de los más preparados emigran para encontrar, ay,
lo que nadie quiere en países que ya sufrimos en los sesenta del pasado
siglo y los científicos e investigadores a algún rincón allí donde les
dejan hacer con dignidad su trabajo.
Y esto va para años y lo sabe el que menos sabe y pasaba por ahí, pero que ya no se deja ni engañar ni embaucar.
Y salta la chispa, cómo no va a saltar, en el BARRIO DE GAMONAL, por
ejemplo, y en cuarenta y ocho ciudades donde la gente se manifiesta con
una pegatina en el cerebro y otra en el corazón que dice: ¡basta ya!,
todos somos Gamonal. (Y la calle salió victoriosa. Hay que aprender de
la calle, señores del Gobierno y gestores de lo público).
Y una
inmensa mayoría no soporta el proyecto de ley sobre el aborto porque no
era necesario, porque es injusto, hipócrita, oscurantista, con graves
contradicciones: ¿cómo entender que si el aborto es un crimen y un
asesinato, en el caso de que haya violación, pueda abortar la mujer?,
¿en qué quedamos?, si siguen por ese camino pueden llegar a defender a
ultranza la vida de todos y cada uno de los millones de espermatozoides,
porque no dejan de pertenecer a la vida humana. ¿No se dan cuenta de
que su moral no la pueden imponer, porque es su moral y su ideología?
Muchos decimos: déjennos vivir y tener nuestra propia moral y si nos
condenamos es cosa nuestra, ya lo ves, pero no me haga comulgar, Sr.
Gallardón, con sus ruedas de molino.
Y pueden cantar ópera y ver
signos luminosos en la macroeconomía, pero que no se engañen ni traten
de engañarnos, porque mientras sigamos con los cerca de seis millones de
parados y los últimos puestos de trabajo en precario esto va para
largo.
Y estamos hartos, nos han hartado, estamos viendo que la
crisis sigue enriqueciendo más a los más ricos y empobreciendo más al
resto, y somos muchos los que estamos a punto de reventar, aunque nos
tocamos la ropa y nos da miedo de nosotros mismos, porque ellos, hasta
los más corruptos, los más cínicos y mentirosos son de los nuestros,
hemos podido ser nosotros mismos, en el caso de haber estado en su piel o
de haber pasado por los mismos sitios por donde han pasado ellos,
porque el poder cambia al hombre, y si es mucho poder lo cambia mucho
más y el dinero lo corrompe y a más dinero casi nadie se sacia y
ambiciona más, la ley de la selva, qué digo, mucho peor que la selva,
porque ya quisiéramos llegar a ser como los animales. Porque ¿cómo
entender que haya sido tan gigantesco el reguero de polvo, lodo y
cochambre en tantos y tantos y tantos ayuntamientos, diputaciones y
comunidades autónomas y empresarios que pasaban por allí? Por eso hay
que pedir que la ley (y su peso) caiga sobre el que delinque y que la
justicia sea igual para todos, desde el rey hasta el último ciudadano,
que no súbdito, incluidas las infantas, los yernos y todo aquel que la
hace.
Lo que no obsta, como escribe, Susana Fortes, en un magnífico
artículo sobre la intemperie que padecemos, para librar batallas
pendientes: hay unas cuantas cosas elementales que nadie debería
perderse: el café del desayuno, por ejemplo, la última película de
Sorrentino, los adagios...,los juicios por corrupción, la novela con la
que Carmen Amoraga acaba de ganar el Premio Nadal, el humor de Wyoming,
la dimisión irrevocable del ministro de Interior, la cerveza Brooklyn
lager que venden en mi barrio, los barcos que llegan a puerto, el mundo,
las comas, los puntos y los paréntesis de la vida...
Y, a pesar de
todos los pesares, que son muchos, riamos, como nos recomendaba en otro
artículo similar de bueno, Almudena Grandes, porque la risa, además de
ser sana y contagiosa, puede ser revolucionaria. Y con la risa ganemos
la calle.
Pues eso.
miércoles, 22 de enero de 2014
ESTA CRISIS ES MÁS QUE UNA CRISIS
Publicado por ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ en 4:00
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