miércoles, 15 de enero de 2014

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES XXIII


EL LIBRO DE NUESTRA VIDA

“Padre: deja que pose ahora
mis manos en tus manos.
Ya no estás con nosotros, pero aquí tengo a salvo
como miniado o aljamiado el libro
grande que escribiste: alegría
y dolor para todos,
las vidas de los otros en la tuya fundidas”.
Antonio Colinas

Es curioso. Llego a casa después de haber dado una charla sobre “La importancia de ser mayor” y cuando me siento, después de cenar, a ver la tele y sobre todo a leer alguna cosa, me topo con un poema de Antonio Colinas que, en esencia, es gran parte de lo que les estuve diciendo.
Todos vamos escribiendo el libro de nuestra vida.
Y nos quedan aún, seguro, muchas páginas que tendremos que ir viviendo, escribiendo, recreando.

...“Ya no estás con nosotros, pero aquí tengo a salvo
como miniado o aljamiado el libro
grande que escribiste”.

Seguramente el padre del poeta no escribió ningún libro y menos el de su propia biografía, pero lo vivió y cada momento de su vida fue una página del libro que podía haber escrito. Y el poeta lo lleva a salvo en su memoria, como miniado o aljamiado, y por ello su padre sigue vivo. Y es su vida el espejo por el que contempla ese otro libro turbio que es el mundo.
“Deja que, aunque no estés
hoy vuelva a abrir las páginas del libro
y, con ello, las páginas del tiempo.
Y, abriéndolo, lo lea muy despacio
y, al leerlo, interprete, acaricie y asuma
ese otro libro turbio que es el mundo”.
Del poema: Libro de horas del amor rescatado

Me subyuga últimamente la idea-imagen de la vida de cada cual como película que se va filmando o como libro que se va escribiendo, página a página y día a día.
Te paras y te das cuenta, tengas la edad que tengas, que te quedan algunas páginas, muchas en muchos casos, por vivir y por escribir.
Y pienso con Naipoul, premio Nobel de Literatura, “que cada libro debe guardar sorpresas para el autor. Cada libro debe tener algo de descubrimiento. Sin ese elemento de sorpresa, ese nuevo descubrimiento, el libro está muerto”.
Como en nuestras vidas. Cuando la sorpresa no asoma, lo nuevo no emerge y el descubrimiento no tiene lugar, más que vida es letargo, matamos el tiempo, nos dejamos llevar (y ¡ay, a dónde nos llevan!), y rondamos el mundo de los muertos.
Pero volvamos, para terminar, al principio:
Todos, sin querer queriendo, vamos escribiendo el libro de nuestra vida.

“... Deja que suavemente pose ahora
mis manos en tus manos,
mis manos en el libro,
y lo abra despacio y, al abrirlo,
yo también me abra a todo y me abra a todos.
Y así retornes tú (y retorne yo)
a ser el manantial salvado de la infancia...”

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