“Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina”.
Antonio Gamoneda
Malos recuerdos se titula el poema y cada vez que lo leo me impresiona fuertemente.
Dice colgados, en el primer verso, un adjetivo escogido nada al azar,
porque va dirigido a la esencia del poema, colgados de mi corazón los
ojos de una perra y una carta de madre
campesina, que hacen sangrar después de tantos años en que ocurrieron
los hechos lamentables, los malos recuerdos que siguen doliendo y
permanecerán para siempre, cuando hay entrañas de hombre sensible y
seguro que bueno, porque hubo maltrato y crueldad abundantes.
Cuando yo tenía doce años, / algunos días, al anochecer, / llevábamos al sótano a una perra / sucia y pequeña.
Doce años, es clave el dato, porque añadirá más crueldad, más
daño al daño que vendrá más adelante, se trata de unos hechos, ya digo,
lamentables, duros, que dan en malos recuerdos, menos mal, y unos hechos
ocurridos al anochecer, con las sombras por testigo o la luna
solitaria y errabunda. La perra estaba sucia o no tenía dueños o eran
tan sucios como ella y pequeña, poca cosa, aun siendo niños nos
atrevemos con los más débiles y abusamos. Le daban con un cable y con
astillas y con hierros... y gemía... y se orinaba... y la colgaban para
pegar mejor, eso es: la inteligencia al servicio de la salvajada o si
prefieres de la total ausencia de compasión, etc. etc.
El poema
finaliza utilizando la hipérbole como el mejor de los recursos, para tan
enorme deshumanización, cuyo recuerdo sigue taladrando en la memoria.
El poeta se coloca a la altura del hombre al que nada de lo humano le ha
sido ajeno, y el hombre que trasciende al poeta se avergüenza de no
haber estado a la altura de lo humano más valioso: la compasión y la
honestidad.
Acierta por ello el poeta con la cita inicial que transcribe: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”, Karl Marx
Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.
Terminas sin aliento hasta el final. ¡Qué inmenso poema!
jueves, 10 de octubre de 2013
A LA SOMBRA DE LOS MEJORES VI
Publicado por ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ en 2:54
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2 comentarios:
Dice el autor: … (Era así. Era así... Y digo yo: Era así ¡y no es? El perro -que nos adora- nos lame la mano mientras le rodeamos el cuello con la cuerda con la que vamos a colgarle. Y aún después de colgado sigue estirando su lengua para ver si puede alcanzar y seguir lamiendo la mano de su asesino. Los sellos de hoy se pierden en la inmensidad del océano, jamás llegarán, en su viaje de retorno, a decir a su madre que se acuerda mucho de ella… En fin, cuando yo tenía 4 años, ó 10, 20, 30, 50… y hoy que rebasé los 70, no necesito apelar a mi memoria porque, tristemente, las cosas no han cambiado.
¡Que inmenso poema! eso es cierto, pero… que triste que dentro de unos pocos años alguien pueda volver a escribir... cuando yo tenía 12 años…
Un abrazo
Triste,Pastor, que se pueda seguir escribiendo lo mismo, pero esperemos que el autor se siga avergonzando. Algo, es algo y quizá sea el camino de ir enderezando las cosas y desterrando las salvajadas.
Un abrazo
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