jueves, 10 de octubre de 2013

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES VI


“Llevo colgados de mi corazón
los ojos de una perra y, más abajo,
una carta de madre campesina”.
Antonio Gamoneda

Malos recuerdos se titula el poema y cada vez que lo leo me impresiona fuertemente.
Dice colgados, en el primer verso, un adjetivo escogido nada al azar, porque va dirigido a la esencia del poema, colgados de mi corazón los ojos de una perra y una carta de madre campesina, que hacen sangrar después de tantos años en que ocurrieron los hechos lamentables, los malos recuerdos que siguen doliendo y permanecerán para siempre, cuando hay entrañas de hombre sensible y seguro que bueno, porque hubo maltrato y crueldad abundantes.
Cuando yo tenía doce años, / algunos días, al anochecer, / llevábamos al sótano a una perra / sucia y pequeña.
Doce años, es clave el dato, porque añadirá más crueldad, más daño al daño que vendrá más adelante, se trata de unos hechos, ya digo, lamentables, duros, que dan en malos recuerdos, menos mal, y unos hechos ocurridos al anochecer, con las sombras por testigo o la luna solitaria y errabunda. La perra estaba sucia o no tenía dueños o eran tan sucios como ella y pequeña, poca cosa, aun siendo niños nos atrevemos con los más débiles y abusamos. Le daban con un cable y con astillas y con hierros... y gemía... y se orinaba... y la colgaban para pegar mejor, eso es: la inteligencia al servicio de la salvajada o si prefieres de la total ausencia de compasión, etc. etc.
El poema finaliza utilizando la hipérbole como el mejor de los recursos, para tan enorme deshumanización, cuyo recuerdo sigue taladrando en la memoria. El poeta se coloca a la altura del hombre al que nada de lo humano le ha sido ajeno, y el hombre que trasciende al poeta se avergüenza de no haber estado a la altura de lo humano más valioso: la compasión y la honestidad.
Acierta por ello el poeta con la cita inicial que transcribe: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”, Karl Marx

Mi vergüenza es tan grande como mi cuerpo,
pero aunque tuviese el tamaño de la tierra no podría volver y despegar
el cable de aquel vientre ni enviar
la carta del soldado.

Terminas sin aliento hasta el final. ¡Qué inmenso poema!

2 comentarios:

El pastor de... dijo...

Dice el autor: … (Era así. Era así... Y digo yo: Era así ¡y no es? El perro -que nos adora- nos lame la mano mientras le rodeamos el cuello con la cuerda con la que vamos a colgarle. Y aún después de colgado sigue estirando su lengua para ver si puede alcanzar y seguir lamiendo la mano de su asesino. Los sellos de hoy se pierden en la inmensidad del océano, jamás llegarán, en su viaje de retorno, a decir a su madre que se acuerda mucho de ella… En fin, cuando yo tenía 4 años, ó 10, 20, 30, 50… y hoy que rebasé los 70, no necesito apelar a mi memoria porque, tristemente, las cosas no han cambiado.
¡Que inmenso poema! eso es cierto, pero… que triste que dentro de unos pocos años alguien pueda volver a escribir... cuando yo tenía 12 años…
Un abrazo

ÁNGEL DE CASTRO GUTIÉRREZ dijo...

Triste,Pastor, que se pueda seguir escribiendo lo mismo, pero esperemos que el autor se siga avergonzando. Algo, es algo y quizá sea el camino de ir enderezando las cosas y desterrando las salvajadas.
Un abrazo