viernes, 25 de octubre de 2013

A LA SOMBRA DE LOS MEJORES IX




Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9.30 en St. Francis.
José Hierro

En las manos de un gran poeta todo es posible y José Hierro es de los grandes. Y cuando digo todo es posible, me estoy refiriendo al poema Réquiem, por ejemplo, que podría parecer a simple vista la crónica trivial de un breve, escondido en cualquier rincón de un periódico. Así comienza el poema, como la noticia, sin más, de prensa, pero hay más, mucho más, hasta llegar a conseguir un prodigiosa obra de arte. Una historia de muerte, pero con el poeta tendremos que decir, bajo su sombra, que lo doloroso no es morir acá o allá, sino sin gloria, perdido en la soledad y en el anonimato en un  país extranjero rodeado “de polacos e irlandeses”, un español como millones de españoles, ay, en los 60 del siglo XX y en estos días del siglo XXI. Hace mucho que el español / muere de anónimo y cordura, / o en locuras desgarradoras / entre hermanos... Solo unas pinceladas y elevan a categoría máxima el poema.
 Y un segundo ejemplo muy diferente lo vemos en el poema titulado La estatua mutilada. Yo veo aquí la diferencia entre un poeta y los que no lo somos o solamente aficionados. Solemos pasar de largo ante las cosas, pateamos las ciudades, los paisajes..., y a lo sumo nos sale qué bonito y todo es bonito o “espectacular”, el adjetivo más sobado en la actualidad de cuanto imaginar se pueda. Pues bien, José Hierro contempla una estatua mutilada y nos regala una obra de arte excepcional: Mujer de un funcionario romano, es el primer verso, regalado al poeta por las musas,  ahí está la inspiración: un  saber detenerse, un mirar con atención y delectación, es decir, contemplar con cierto entusiasmo, y ponerse a trabajar, labor de entomólogo, como dirá el propio poeta, aunque en lugar de insectos con los que jugar, estudiar, seleccionar, no sean insectos sino palabras, ideas, recursos poéticos... juegos mágicos con mucho duende que saben dar a las palabras diferente voz y otros significados nuevos. Es decir: trabajo, esfuerzo y tesón. Coge vuelo el poeta y el poema con él: A la orilla del mar, documenta el poeta y transcribe las palabras de la estatua que ya no lo es, sino la joven que posó ante el escultor: «Ráptame, llévame contigo, da a mi vida / sentido y esperanza, olvido y horizonte, / dale vida a mi vida»... y tras la despedida y las lágrimas el broche dorado de la poesía: Te hizo un collar de lágrimas / el que bebió tus lágrimas. Aunque el poeta parece que se va por las ramas, no es verdad, porque pisa tierra, y más cuando estamos ante un poeta de voz, más que social, testimonial y existencial, nos deja el dato histórico geográfico que le da el tono al que nos tiene acostumbrados José Hierro: (Esto debió de suceder en la Imperial Tarraco.)
Y de nuevo sus temas predilectos: el paso del tiempo, el ser y la nada y las preguntas tremendas y pertinentes: ¿A dónde se ha ido lo que fue vida y ni siquiera el arte convertido en piedra jamás podrá albergar un soplo de vida? Porque: “Cómo puede morir lo que fue vida.  /  Quién puede asesinar la vida.  /  Quién puede congelar en estatua una vida”. José Hierro, un clásico.

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