Manuel del Río,
natural
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9.30 en St. Francis.
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D’Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9.30 en St. Francis.
José Hierro
En las manos de un gran poeta todo es
posible y José Hierro es de los grandes. Y cuando digo todo es posible, me
estoy refiriendo al poema Réquiem,
por ejemplo, que podría parecer a simple vista la crónica trivial de un breve,
escondido en cualquier rincón de un periódico. Así comienza el poema, como la
noticia, sin más, de prensa, pero hay más, mucho más, hasta llegar a conseguir
un prodigiosa obra de arte. Una historia de muerte, pero con el poeta tendremos
que decir, bajo su sombra, que lo doloroso no es morir acá o allá, sino sin
gloria, perdido en la soledad y en el anonimato en un país extranjero rodeado “de polacos e irlandeses”, un español como millones de españoles,
ay, en los 60 del siglo XX y en estos días del siglo XXI. Hace mucho que el español / muere de anónimo
y cordura, / o en locuras desgarradoras / entre hermanos... Solo unas
pinceladas y elevan a categoría máxima el poema.
Y un segundo ejemplo muy
diferente lo vemos en el poema titulado La
estatua mutilada. Yo veo aquí la diferencia entre un poeta y los que no lo
somos o solamente aficionados. Solemos pasar de largo ante las cosas, pateamos
las ciudades, los paisajes..., y a lo sumo nos sale qué bonito y todo es bonito
o “espectacular”, el adjetivo más sobado en la actualidad de cuanto imaginar se
pueda. Pues bien, José Hierro contempla una estatua mutilada y nos regala una
obra de arte excepcional:
Mujer de un funcionario romano, es el primer verso, regalado al poeta por
las musas, ahí está la inspiración:
un saber detenerse, un mirar con
atención y delectación, es decir, contemplar con cierto entusiasmo, y ponerse a
trabajar, labor de entomólogo, como
dirá el propio poeta, aunque en lugar de insectos con los que jugar, estudiar,
seleccionar, no sean insectos sino palabras, ideas, recursos poéticos... juegos
mágicos con mucho duende que saben dar a las palabras diferente voz y otros
significados nuevos. Es decir: trabajo, esfuerzo y tesón. Coge vuelo el poeta y
el poema con él: A la orilla del mar,
documenta el poeta y transcribe las palabras de la estatua que ya no lo es,
sino la joven que posó ante el escultor: «Ráptame,
llévame contigo, da a mi vida / sentido y esperanza, olvido y horizonte, / dale
vida a mi vida»... y tras la despedida y las lágrimas el broche dorado de
la poesía: Te hizo un collar de lágrimas
/ el que bebió tus lágrimas. Aunque el poeta parece que se va por las
ramas, no es verdad, porque pisa tierra, y más cuando estamos ante un poeta de
voz, más que social, testimonial y existencial, nos deja el dato histórico
geográfico que le da el tono al que nos tiene acostumbrados José Hierro: (Esto debió de suceder en la Imperial Tarraco.)
Y de nuevo sus temas predilectos: el paso del tiempo, el ser y la nada
y las preguntas tremendas y pertinentes: ¿A dónde se ha ido lo que fue vida y
ni siquiera el arte convertido en piedra jamás podrá albergar un soplo de vida?
Porque: “Cómo puede morir lo que fue
vida. /
Quién puede asesinar la vida.
/ Quién puede congelar en estatua
una vida”. José Hierro, un clásico.
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