Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos”.
Federico García Lorca
¿Quién no sabe
que estos dos versos pertenecen al famoso romance de La casada infiel, del Romancero
Gitano, de nuestro genial poeta?
Un romance, a
mi gusto de una perfección total, con descripciones deslumbrantes y una
narración con los recursos mejores del drama, el suspense cortando el aire y la
puesta en escena de todos los sentidos a punto para dibujarnos y contar y
describir una historia maravillosa:
Y que yo me la llevé al río,
tanta prisa
tiene el protagonista, que nos cuenta la historia, que se ha comido el primer
verso del romance, para darnos en los dos siguientes octosílabos, un dato clave
del relato: creyendo que era mozuela /
pero tenía marido...
Se apagaron los faroles / y se encendieron
los grillos:
Qué delicia de antítesis para describirnos la noche de Santiago. Qué imágenes
eróticas más prodigiosas, lorquianas, marca de la casa: los pechos dormidos se
abren como ramos de jacintos, el almidón de su enagua, pieza de seda rasgada
por diez cuchillos, o sus muslos se me
escapaban / como peces sorprendidos... Qué baile de compás de dos por dos: Yo me quité la corbata / ella se quitó el vestido / yo el cinturón con revólver / ella
sus cuatro corpiños.
Y qué final más sorprendente: Me porté como quien soy. / Como un gitano legítimo. Le regalé un
costurero / grande, de raso pajizo, / y no quise enamorarme / porque teniendo marido / me dijo que era
mozuela / cuando la llevaba al río.
¡Qué gran poeta vilmente asesinado!
“... Que fue en Granada el
crimen, / sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada...”
¡Larga vida en nuestra memoria!
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