viernes, 12 de julio de 2013

TERCERA PÁGINA EN BLANCO AL HABLA




Gracias por venir. Se me estaba haciendo la boca agua, porque estaba segura de que tras lo visto y leído en las dos páginas amigas anteriores llegarías sin apenas ruido y con tus mejores armas y buenas ideas. Abierta en canal, aquí me tienes, dispuesta al llanto, sí así te sale, a la sonrisa fácil o a las más histriónica carcajada. Soy toda tuya. Seré feliz si tú lo eres haciendo cuanto sabes.

Haz de mí cuanto te venga en gana, solo quiero que pases, sin prisa y a la vez sin pausa por estas calles enderezadas de palabras y silencios, con aleteo de metáforas y murmullo de la tinta al acariciar mis rostros y mis partes más pudendas.

No quieras decirlo todo, deja espacios en blanco para que el lector beba, respire hondo, mire hacia arriba como las aves cuando beben, para no atragantarse, piense por su cuenta y riesgo y añada de su cosecha cuanto le plazca y se le ocurra, acaso llevado por tu corriente literaria cuajada de fuerza y buen estilo, ello produce placer y es más productivo y sugerente.

No te enrolles demasiado, ni te engoles, llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala”, escribió el maestro de todos vosotros, vete al grano y llama a las cosas por su nombre con un leve acompañamiento musical si lo precisa, sin abusar de adjetivos que nada añaden y adverbios grandilocuentes que nada dicen de verdad y rompen rapidez y ritmo.

Di lo que tengas que decir y pon punto final, que el lector te lo agradecerá si le has despertado, hecho dudar y sobre todo si le has dejado pensar a su aire y seguir avanzando por las calles en blanco y algunos caminos, senderos, vericuetos y avenidas.

Porque nada, claro está, como esos vericuetos que contienen misterio por donde transitan la gracia y el duende, como el de algunos poetas revestidos de ese don; caminos y senderos con palabras vírgenes que dejan atrás el significado consabido y no poco manido para dar con el significante nuevo, original y fresco; y anchas avenidas con amplitud de miras y mil maneras posibles de interpretar la realidad.

Escribe cuanto quieras, una palabra tras otra, bien unidas y armonizadas, canta y afina cada sonido, susurra al oído el murmullo del viento como si las palabras fueran alas, como si las olas fueran frases que nacen de lo profundo y misterioso y regalan placidez en las playas del mundo.

Procura dar con el tono más preciso, detente ante una buena idea, un bello pensamiento, una imagen redonda y déjate llevar por las palabras y que las historias hablen por sí solas.

Ah, y vuelve, no nos dejes en esta soledad tan blanca como amarga y negra. Vuelve que siempre serás bienvenido, amigo escritor.

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