Gracias
por venir. Se me estaba haciendo la
boca agua, porque estaba segura de que tras lo visto y leído en las dos páginas
amigas anteriores llegarías sin apenas ruido y con tus mejores armas y buenas
ideas. Abierta en canal, aquí me tienes, dispuesta al llanto, sí así te sale, a
la sonrisa fácil o a las más histriónica carcajada. Soy toda tuya. Seré feliz
si tú lo eres haciendo cuanto sabes.
Haz
de mí cuanto te venga en gana, solo quiero que pases, sin prisa y a la vez sin
pausa por estas calles enderezadas de palabras y silencios, con aleteo de metáforas
y murmullo de la tinta al acariciar mis rostros y mis partes más pudendas.
No
quieras decirlo todo, deja espacios en blanco para que el lector beba,
respire hondo, mire hacia arriba como las aves cuando beben, para no
atragantarse, piense por su cuenta y riesgo y añada de su cosecha cuanto le
plazca y se le ocurra, acaso llevado por tu corriente literaria cuajada de
fuerza y buen estilo, ello produce placer y es más productivo y sugerente.
No
te enrolles demasiado, ni te engoles, “llaneza, muchacho; no
te encumbres,
que toda afectación es mala”,
escribió el maestro de todos vosotros, vete al grano y llama a
las cosas por su nombre con un leve acompañamiento musical si lo precisa, sin
abusar de adjetivos que nada añaden y adverbios grandilocuentes que nada dicen
de verdad y rompen rapidez y ritmo.
Di
lo que tengas que decir y pon punto final, que el lector te lo agradecerá
si le has despertado, hecho dudar y sobre todo si le has dejado pensar a su
aire y seguir avanzando por las calles en blanco y algunos caminos, senderos,
vericuetos y avenidas.
Porque
nada, claro está, como esos vericuetos que contienen misterio por donde
transitan la gracia y el duende, como el de algunos poetas revestidos de ese
don; caminos y senderos con palabras vírgenes que dejan atrás el significado
consabido y no poco manido para dar con el significante nuevo, original y fresco;
y anchas avenidas con amplitud de miras y mil maneras posibles de interpretar
la realidad.
Escribe
cuanto quieras, una palabra tras otra, bien unidas y armonizadas, canta y
afina cada sonido, susurra al oído el murmullo del viento como si las palabras
fueran alas, como si las olas fueran frases que nacen de lo profundo y
misterioso y regalan placidez en las playas del mundo.
Procura
dar con el tono más preciso, detente ante una buena idea, un bello
pensamiento, una imagen redonda y déjate llevar por las palabras y que las
historias hablen por sí solas.
Ah,
y vuelve, no nos dejes en esta soledad tan blanca como amarga y negra. Vuelve
que siempre serás bienvenido, amigo escritor.
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