Todo lo que te tengo que decir te lo diré
con diez canciones:
1.- Piensa en mí, y si lo haces tras
la estela de la canción, la voz y la garra de Chavela Vargas, mejor que mejor: “Si tienes un hondo penar /
piensa en mí / si tienes ganas de llorar /
piensa en mí”, aunque yo quiero que pienses, simplemente en mí,
antes de ponerte a escribir, de forma que cuando llegues aquí traigas la
lección tarareada y casi aprendida, dejando espacios en blanco para todo cuanto
el roce de tus dedos sobre mi piel te inspire. Piensa en mí.
2.- Trátame bien, al terminar su
concierto Marina Rossell, una mañana soleada de julio en Urueña, una voz
potente, salió de entre las filas: trátame
bien ¿te acuerdas?, algunos no entendían, pero Marina cogió rápidamente el
mensaje y se puso a cantar de propina: Trátame bien. “Camino del cine en las esquinas
/ vi, la película / de
la soledad / gente que viste bien / pero contesta mal... quizá nos salvará / la
delicadeza”. Pues eso quiero de ti, buenos tratos, buenos modos y modales, no
eches sobre mí tu agresividad, tu veneno, no quiero violencia en el lenguaje
que incita al insulto... que lleva al odio... que hace la vida irrespirable. Trátame
bien.
3.- Libre, te quiero, qué grandes
Agustín García Calvo y Amancio Prada. Y todo en cinco haikus, para que aprendas
que lo bueno, si breve, es maravilloso. Libre como arroyo que brinca, corre y
serpentea, como monte preñado, como pan que es bueno y no lo sabe, como chopo
que llega hasta el cielo, como flor de azahares... pero no mía, ni de Dios, ni
de nadie, ni tuya siquiera. Libre, te quiero.
4.- La Magdalena, así quiero que me
veas y me cantes, con la voz cascada, sentimental y desgarrada de Sabina y me
trates como a la más señora de todas las putas, y a la más puta de todas las señoras.
Porque no importa cómo sea yo, olvídalo, importa que cuando quieras abrevar en
mi pozo y pasear por mi huerto seas tú lo mejor de ti mismo, el mejor de todos,
aunque sea por un instante. La Magdalena.
5.- Hagamos un trato, que escribió
Benedetti y que canta Serrat. Hagamos un trato y nunca se te olvide: que usted sabe / que
puede contar conmigo. Y te seré fiel, guardaré en un cofre de siete llaves
cuanto me digas, cuanto me llores, cuanto me susurres al oído, ¿púdico,
impúdico?, todo vale para el convento. Usted sabe que puede contar conmigo.
6.- Casida de la rosa, del Diván del
Tamarit de García Lorca y que cantaba Carlos Cano, para que sigas buscando como
la rosa que no buscaba la aurora, ni la ciencia, ni la sombra, ni la rosa...,
porque buscaba otra cosa y los dos se fueron sin decirnos qué buscaba la rosa.
Buscaba, creo yo, eso mismo: buscar, pudo ser el mensaje, como el que yo te
quiero regalar: busca siempre y si algún día lo encuentras sigue buscando,
porque, por encima de todas las cosas, importa seguir caminando siempre y
haciendo camino aunque sea sobre el mar.
Casida
de la rosa.
7.- Ne me quitte pas, de Jacques
Brel, triste-triste y bella-bella como ninguna. No, no, no. No me dejes
/ Yo te ofreceré /
Perlas de lluvia / Llegadas del país /
Donde no llueve / Yo cavaré la tierra /
Hasta después de mi muerte / Para cubrir tu cuerpo / De
oro y de luz. Estaré siempre aquí, esperándote, con la puerta abierta, con
solo el afán, el sentido, la ilusión y la pasión de que no me dejes y de que
disfrutes corriendo por mis venas, volando con mis alas de papel y de nieve. Ne me
quitte pas.
8.- El día que me quieras, pero
hazme un favor: Cuando vengas me traes la canción en la voz de Mayte Martín y el
piano de Tete Montoliú, ¡para perder el sentido!, y si quieres que lo perdamos,
sea de día o de noche, es igual, ahí tienes la inspiración, seguro que te
saldrá redonda la página. Yo te la estaré musitando al oído todo el tiempo que
tardes en llegar al final del papel. “La noche que me quieras / Desde el azul del cielo, / Las
estrellas celosas / Nos mirarán pasar / Y un
rayo misterioso / Hará nido en tu pelo, / Luciérnagas
curiosas que verán / Que eres mi consuelo”.
El día que me quieras.
9.- Yesterday, cada
vez que oigo esa canción los pelos que no tengo se me ponen de punta de hondo
estremecimiento. Yo también anhelo el ayer, yo también creo en el ayer, y
quiero que tú saques lo mejor del pasado y nos lo devuelvas en papel de plata.
El ayer nunca termina de morir en la memoria. ¡Hay tanto bueno que recordar! Yesterday.
10.- Orilla blanca, orilla negra, se
me quedó grabada para siempre, la tengo aquí acurrucada en una de mis esquinas
preferidas y siempre que la escucho me produce escalofríos: Triste es el destino mi capitán / mientras
hayan guerras no cambiará. / En la colina silba la metralla / la
hierba verde está quemada / y por el río continúa la batalla / nosotros dos ya llegamos al final. / Y por fortuna todo pasó y llegó la paz... Todo
ha pasado, hay paz en la frontera / en la orilla blanca, en la orilla negra.
Paz, siempre paz. Si quieres la paz, lucha por la paz. Nunca: si vis pacem, para bellum. Orilla
blanca, orilla negra.
Pero a todo esto, ¿quién habla? ¿La
página en blanco con todo el viento almacenado del pasado, todo lo que se mueve
en este preciso momento y lo que aparece en lontananza o el escribano que ha
pasado por aquí como de puntillas? Eso mismo.
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