Hace siete días que no escribo y me parece un siglo. Los últimos
artículos han girado en torno a la corrupción que nos asfixia, las frases
huecas de muchos políticos, el hartazgo que tenemos, prácticamente, todos,
menos los chorizos, claro, y me he dicho que ya está bien, que hay vida, y no
digamos literaria, fuera de la política y sus mezquindades más obscenas, (aunque
la política está y debe estar en todas partes y no seré yo quien diga que no es
el lugar en la Gala de los Goya, por ejemplo, para hacer política de la buena,
es decir, denunciar las irregularidades actuales como los desahucios, los
recortes en sanidad...) Pero corto, que veo que me embalo.
Y están los cambios de tiempo, tema socorrido, en este febrerillo loco,
que se ha pasado de corto, en el que te mueres de frío, ya llevamos tres
resfriados en casa, o tienes que buscar la sombra como los perros según el
viejo refrán. Y si ves una foto de nieves, en tierras de Palencia, de Mª Jesús
Prieto y un novísimo refrán de Forges: “En febrero de sobres aguacero” la
inspiración es que te lanza a la estrellas.
Y tenemos los avances de los dos grupos del taller de escritura, que
daría de sí para una novela o un largo y sabroso diario de cuanto dicen,
escriben, o cómo se les sube la bilirrubina, la autoestima, quiero decir, a los
más alto de la testa mientras escuchan una valoración alta.
Y cómo te asomas conmovido y descubres el espejo del asombro para que
se vean después de haber escrito algo hermoso que creían de todo punto
imposible.
Y el retrato que podríamos pergeñar de los tertulianos, muy valiosos y
preparados algunos, que te informan y enseñan, y otros, muchos, que venden su
verdad al sol que más calienta o que siempre les ha calentado, y alguno de
ellos, qué cansancio, repitiendo los mismos argumentos, flojos-flojos, los 365
días del año, con la misma monotonía y el mismo tufo cavernario, y hasta diciendo
tres veces tres “périto” por muy director de periódico que sea y es.
¿Hacemos un mapa de retratos?
Y cómo insistes hacia ti mismo, absolutamente convencido de ello, les
dices en el taller que “si llega la inspiración, que nos coja trabajando”, como
decía Picasso, que de creatividad sabía un rato, aunque yo me atrevería a decir
que cuando estás trabajando la inspiración llega.
Y te adentras, casi a la par en estos días, en los relatos cortos de
los maestros: Alice Munro, Antonio Pereira, Luis Mateo Díez, García Pavón y te
dejas contagiar de su estilos tan dispares y tan sustanciosos.
Y te dejas llevar de las nubes
que observas ensimismado desde la ventana y te vas de jinete montado en
una de ellas, “sin bridas y sin
estribos”, como en el verso del romance de la casada infiel de Lorca.
Y sales de paseo con la perra y, como es vieja, tienes que armarte de
paciencia por su lentitud, aunque la pierdes porque la condenada no ha perdido
el olfato y todos los clínex son suyos, amén de todo lo que encuentra a su
paso.
Esa es la inspiración que entra por los sentidos y agita la mente, el
resto es trabajo, esfuerzo, ponerse a escribir, aspirando a que sea digno y del
gusto de los lectores. Cada parrafito daría de sobra para un artículo o una
larga historia, ahí está la inspiración, el resto es trabajo y ganas de
hincarle la pluma.
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