Estamos en el
taller de escritura creativa. Se trata, esta vez, de recrear una famosa leyenda
en 10 o veinte líneas, no más, a partir de su núcleo:
“Cuenta la leyenda de
cómo una princesa nórdica, que se había desposado con un príncipe árabe, se
pasaba los inviernos muy triste añorando la nieve de sus tierras del norte. Un
día, el príncipe hizo plantar almendros y cuando, al pasar de los años,
florecieron, la princesa se curó de su nostalgia”.
A mí me salió eso cuando me fui a casa. No tenía ganas,
pero me puse delante de la pantalla y al final salió lo que salió:
Había tenido una vez más el mismo sueño que se unía a su despertar y otra vez una lágrima caía lenta por la mejilla al compás de una mueca de tristeza y rabia. Kathrine quería ver nevar como en el bosque que lindaba con el fiordo de Bergen, su ciudad. Y así día tras día y año tras año bien contabilizados: 7 años, 4 meses y 22 días con sus respectivas noches de vela y sueños. Quería a Abdalá y éste la quería con ternura y pasión, pero ella sentía nostalgia de su país nevado en invierno y florecido en primavera. Nostalgia que había transmitido a su marido y se le había pegado a la piel hasta la desesperación y el desasosiego.
Se levantó temprano para preparar la fiesta de su aniversario de bodas
y, como todas la mañanas, se asomó a la ventana, para ver cruzar las caravanas
de camellos, asombrándose de lo que estaba viendo y dudando de si seguía
soñando o se estaba volviendo loca, porque lo que tenía delante era un campo
inmenso de almendros en flor que rivalizaba en esplendor con el paisaje de su
tierra. Llamó a voces a su marido y cuando estuvo cerca de ella le abrazó y le
dijo: ¿me quieres decir si lo que estoy viendo es lo mismo que ves tú? Claro, mi amor, es el campo nevado de Noruega
que te he traído como regalo de aniversario para que no vuelvas más a estar
triste.
Nota, no tan al margen, porque no se puede olvidar en dónde
estamos y lo que nos está sucediendo: Ante la situación desastrosa en la que
nos encontramos, Rajoy y los suyos, cual alegre muchachada, encantados de
haberse conocido, largaron en el Estado de la Nación una ristra interminable de
aplausos. El resto humo, para no ver la verdad. Y Rubalcaba, sin tomar conciencia
de que tienen que refundar el partido, porque así no. Hala, que siga la fiesta
y que no decaiga. Menos mal que la ciudadanía llena las calles y pide respuestas.
2 comentarios:
Ángel, ¿crees posible que nuestro príncipe árabe deje, algún día, de recoger almendras y comience a plantar almendros? Yo es que lo dudo.
Entretanto la princesa seguirá por las calles pidiendo socorro.
Paciencia que Dios proveerá.
No seas incrédulo, Pastor, el amor lo puede todo.
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