VENTANA 40
He cantado más de una vez las
excelencias del silencio como actitud positiva y reivindicativa frente a la
crispación y el ruido, focalizando mi argumentación en los valores de una
ciudadanía respetuosa con el adversario y mucho más tolerante con el que piensa
de forma muy distinta a la nuestra.
Pero el silencio que, en estos
últimos días, algunos políticos de la derecha (Mariano Rajoy y Esperanza
Aguirre) exigen, y no se andan con rodeos, al Partido Socialista (sin yo ser de
ningún partido, para aviso de navegantes) no me parece de recibo, más aún, lo
juzgo, a todas luces, escandaloso y propio de otros regímenes de los que hemos
tenido harta y dolorosa experiencia. No, no es el silencio, que yo propugnaba,
frente a tanto apocalíptico, trompetero, agitador de humo y malos modales,
voceros y plumillas obsesionados por llevarnos a otros tiempos por fortuna
pasados.
“El silencio, escribía este
domingo Juan Cruz, está bien para los
funerales, o para escuchar, pero no es adecuado para la tarea política, pues
solo de la conversación sale la luz. En política, el silencio es un fogonazo
agresivo, una tachadura”.
Foto de Gloria Rivas
Este es otro tipo de silencio el que se pide:
un silencio obligado, impuesto, que suena a grilletes y a cárcel para todo
adversario político, olvidando, ay, que en un estado democrático, todos, y no
digamos la oposición, disponemos como derecho constitucional la palabra (léase
el artículo 20 de la Constitución Española en donde se reconoce y protege,
entre otros el derecho a “expresar y difundir libremente los pensamientos,
ideas y opiniones mediante la palabra”) que entre otras cosas nos distingue de
los simios y de todas las dictaduras que en el mundo han sido y continúan
existiendo. Una palabra libre, diferente, nueva, defensora de la justicia y de
los débiles, de los inmigrantes y de las casas de acogida, contra el silencio
de la memoria histórica, el paro, los recortes del Gobierno y las inyecciones
de dinero público, con la que está cayendo, a Bankia..., por poner algún
ejemplo a mano, una palabra que aumente nuestra estatura y nuestra dignidad y
dé sentido a la lucha por un mundo menos áspero e injusto y más libre y
saludable.
¿Silencio? ¡¡¡No, por favor!!!
3 comentarios:
¿Cómo era aquello de :"Si he perdido... me queda la palabra?" Seguro te la sabes entera. Yo también
Me ha gustado.
EN EL PRINCIPIO: si no tenía palabra, ni pensamiento, ni podía obrar… tampoco tenía vida. ("Que seamos limpios y castos en pensamiento, palabra y obra"). Por eso, hoy, mientras tenga vida, no podrán privarme de la palabra.
Sed buenos...
Oye pastor... hazte un facebook.
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