sábado, 4 de diciembre de 2010

INÉS Y LA ALEGRÍA, de Almudena Grandes


A partir de un hecho nada conocido de la historia reciente de España, la invasión del Valle de Arán, en el año 1944, por parte de un ejército de guerrilleros dispuestos a invadir España, con la idea de establecer un gobierno republicano, en Viella, ha comenzado a novelar, Almudena Grandes, una de las aventuras literarias de mayor calado en los últimos años, nada menos que seis voluminosas novelas independientes: Episodios de una Guerra Interminable, y más que siguiendo su estela como homenaje a Benito Pérez Galdós.

La primera, recientemente publicada, INÉS Y LA ALEGRÍA, y magníficamente acogida por el público y la crítica (“deslumbrante”, “vigoroso fresco”, “admirable”) puede ser considerada, a mi juicio, como una gran novela y que a buen seguro augura una obra final de extraordinaria envergadura. Con buen pulso, excelente ritmo narrativo, combinándolo con los hechos históricos de importancia para la historia reciente, pero lo que, a mi gusto, sobresale, es la parte de ficción, núcleo fundamental de la obra que llega a niveles de una literatura exquisita y modélica, regalándonos páginas bellísimas de enorme dramatismo y de una sensibilidad y latido literarios espléndidos.

Dos ejemplos:
“Mientras el Pasiego repetía su relato con más calma y más detalles tripliqué la cantidad, nos han cogido por sorpresa, hice la carne a la plancha, con poco aceite, procurando que quedara jugosa por dentro y dorada por fuera, ha sido un infierno, eran mucho más que nosotros, disparaban desde arriba, con ametralladoras, picaba una cebolla, la rehogaba en el aceite de la carne con un poco de harina, no entiendo cómo han podido llegar hasta allí, es un fallo demasiado gordo, Lobo, ha debido empezar la desbandada, le daba unas vueltas, añadía un buen chorro de coñac, la flambeaba, hemos salido bastante bien parados, no creas, y dejaba que la salsa espesara a fuego lento …”, ejemplo estupendo de un ritmo vertiginoso, narrado con maestría, con la narración del fragor de la batalla intercambiada con el arte en la cocina que ponía Inés en la preparación de las comidas como si en ello le fuera la vida.

"… aprendí mucho del amor en los tiempos difíciles. Llegué a conocer íntimamente el miedo, los malos presentimientos que secan la garganta, las traiciones de la imaginación, esas taquicardias repentinas que convierten una madrugada en un infierno, y deslizan una sombra negra sobre todas las cosas, y sobre todas ponen el aroma imaginario de una muerte lejana y otra próxima, esa pequeña muerte que me mató tantas veces. Llegué a saberlo todo del amor en los tiempos difíciles, de eternidades que caben en cinco minutos, de soles que amanecen en noches de lluvia, una alegría despojada de cualquier condición, un placer tan intenso que duele, y la felicidad resplandeciendo en los gestos más triviales, porque era feliz la silla en la que se sentaba, feliz la mesa donde desayunaba, y el azucarero feliz, sólo porque sus dedos lo tocaban. Así conocí la luz y la oscuridad, una pasión que se devoraba a sí misma y nunca tenía bastante, mientras contaba los meses que habíamos vivido juntos, y siempre eran menos que los que habíamos vivido separados”.

Si continúa en esta línea, la escritora, es de esperar que sí, ganará más de un premio, y el aplauso y disfrute de los lectores, apuesto.

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