sábado, 12 de diciembre de 2009

LAS HORMONAS DE LA FELICIDAD


Nota previa: Aquí estoy, como casi todos los fines de semana, sin faltar a la cita. No sé si sois cuatro o diciséis, es igual. Aunque fuerais uno ya merecería la pena.

¿Existen? Parece que sí y están al alcance de todos nosotros si nos empeñamos, porque podemos detectarlas y ponerlas en acción para encontrarnos mejor con nosotros mismos y más a gusto y hasta descubrir que el secreto de nuestro bienestar y el que podemos ampliar a nuestro alrededor está en el uso que hagamos de ellas. Son las endorfinas, las llamadas “hormonas de la felicidad”. Son los grandes descubrimientos que a partir de la década de los 70 se vienen dando tras el estudio minucioso del sistema nervioso y los entresijos del cerebro.
Pero es bueno saber que existen hormonas positivas y hormonas negativas. Las primeras (la endorfina) nos hacen sentir bien mientras que las segundas (la adrenalina) nos producen malestar, cansancio, depresión, debido a dosis demasiado altas de cortisol.
Y así el Dr. Juan Hitzig, profesor de Biogerontología en la Universidad Maimónides de Buenos Aires, ha elaborado, a partir de estas evidencias científicas el Alfabeto emocional SARD:
“Cada pensamiento genera una emoción y cada emoción moviliza un circuito hormonal que tendrá impacto en las 5 trillones de células que forman un organismo, explica. Las conductas “S” (serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa) promueven secreción de Serotonina, mientras que las conductas “R” (resentimiento rabia, rencor, reproche, resistencias, represión) facilitan la secreción de coRtisol, una hormona coRRosiva para las células, que acelera el envejecimiento.
Las conductas “S” generan actitudes “A”: ánimo, amor, aprecio, amistad, acercamiento.
Las conductas “R” por el contrario generan actitudes “D”: depresión, desánimo, desesperación, desolación.
Con solo aprender este simple alfabeto emocional de cuatro letras: SARD desde edades tempranas lograremos vivir más tiempo y mejor, porque la “mala sangre” (mucho cortisol y poca serotonina) deterioran la salud, posibilitan la enfermedad y aceleran el envejecimiento. El buen humor, en cambio, es clave para la longevidad saludable.”
Algo intuíamos desde mucho tiempo atrás, lo que nos llevaba a pensar que el mejor médico es uno mismo, pero se agradece que nos confirmen que estábamos en lo cierto y nos hagan caminar infinitamente más seguros por el buen camino y con el respaldo de la ciencia que nos regalan los sabios y los doctores en medicina.
Los buenos sueños como los pensamientos positivos generan palabras cálidas y luminosas y hacen brotar en el interior los mejores sentimientos y hacia el exterior conductas ejemplares.
Como el clima irrespirable, a veces, de crispación, debido a los insultos y las descalificaciones, el ejemplo canalla de muchos políticos, producen sentimientos y emociones, primero, y conductas reprobables, después, consiguiendo una convivencia enferma, y así en lugar de ver al otro como simple adversario, necesario en toda democracia, se le contempla como enemigo a quien destruir.
Como la mirada atenta y obsequiosa del público cuando das una charla, por ejemplo, o en la conversación más cotidiana, permite que te encuentres a gusto, relajado y les devuelvas lo mejor de ti mismo, y tras las palabras de un debate respetuoso, aunque no exento de pensamientos y opiniones divergentes, se encienda la hoguera del bien pensar y los mejores deseos de trabajar por una coexistencia más sana y creativa.
Todo está encadenado y con posibilidad de desencadenarse para bien o para mal: los pensamientos, los sentimientos y las emociones se traducen en palabras, éstas pueden devenir en conductas y todo ello producir serenidad, silencio, sabiduría, sabor, sexo, sueño, sonrisa o resentimiento rabia, rencor, reproche, resistencias, represión.
Habíamos aprendido el alfabeto y hasta hemos hecho grandes avances linguísticos y, aunque intuíamos que existía este otro alfabeto emocional, apenas lo utilizábamos, y está claro que puede resultar la mejor de las armas, no precisamente para hacer la guerra, sino la mejor de las paces y la mayor de las concordias.
Pero lo mejor será que sigas alargando el discurso desde el silencio y la serenidad, la sonrisa y la mejor de las amistades contigo mismo. Lo agradecerán tus hormonas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo tampoco se los que somos, puedo asegurar que soy uno. ¡Adelante!

Anónimo dijo...

Yo tampoco se los que somos, pero soy uno mas. Tus comentarios siempre son interesantes y siempre aprendemos algo además de aumentar nuestras serótinas. Gracias