jueves, 19 de febrero de 2009

NIEVES CRESPO


NIEVES CRESPO, misionera salesiana en ETIOPÍA

Se hace obligatorio, en tiempos de crisis, banalidades y superficialidad al por mayor, asomarse al pozo profundo de muchos hombres y mujeres para poder coger aire, llevarle sangre fresca al cerebro y permitir que esas dosis nada pequeñas de grandeza de espíritu y bondad nos dejen tocados.

Nieves Crespo es una mujer joven, gran creyente como buena misionera salesiana que protagonizó una de las historias más hermosas de este áspero e injusto mundo. Un buen día se encontraron en la misión a una niña, Hannah, abandonada, de dos años, que pesaba tres kilos (estamos en Etiopía y el hambre hace esos estragos) y con una malformación congénita de corazón.
“En un mes, relata la misionera, pasó por el centro de acogida y tres hospitales. En el de Addis Abeba la sacamos de la habitación donde dejan a los niños para que mueran. Cuando regresamos era lunes. La niña apenas tenía vida tras un día de camino. Esa noche celebramos una Eucaristía y la abracé fuerte. La bautizamos. Luego, a la desesperada mandé e-mails pidiendo ayuda. La respuesta fue increíble. ¿Por qué salvar esa vida precisamente? No lo sabemos. En una semana, Hannah volaba a Madrid. Sufrió dos paros cardiacos y en el Ramón y Cajal la operaron a vida o muerte. ¡Fue un éxito!”.
Una de las expresiones más repetidas tanto al contar esta historia como al describir en su blog (zwayetiopia.wordpress.com) los trabajos de la misión salesiana, en este país africano, es la palabra milagro: un milagro la salvación de Hannah, un milagro los pozos que están consiguiendo con la ayuda de muchos organismos e instituciones, milagros, muchos milagros, en los que yo creo, aunque con un pequeño matiz diferenciador: Ella y tantos otros creen en la mano de Dios, mientras que somos muchos también que creemos que Dios ni entra ni sale, porque cómo entender su ausencia en otros miles y miles de casos diarios de tragedias, injusticias, violaciones, enfermedades terribles, matanzas, masacres, guerras, genocidios… No tomar el nombre de Dios en vano debe llevarnos hasta las últimas consecuencias, ni atraerlo cuando nos conviene a nuestros bolsillos y nuestra mente, ni rechazarlo cuando las cosas no nos van a derecho. Por eso es un misterio insondable.

¿Qué queda entonces? Queda lo esencial, lo más importante: hacer el bien y tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran a nosotros. Ese es el gran milagro de la vida que está en nuestras manos. Y agradecer a toda esa gente, como Nieves Crespo, sus milagros que logran que en este nuestro mundo no huela tanto a podrido.

2 comentarios:

Xoán González dijo...

Esperanzadora historia... me ilusiona pensar que detrás de estos actos aparentemente aislados se halla todo un proyecto social y de desarrollo... Que los árboles de dogmas, doctrinas y carismas nos dejen ver el bosque de los sueños, utopías y realidades. Bravo por Nieves, por la comunidad que la arropa y por la institución que la financia 24 horas al día y 365 días al año...

Anónimo dijo...

Que bella historia……Ojala hubiera muchas como ésta!. La esperanza nunca se pierde y milagro o no, hay que seguir creyendo el la buena voluntad de todas las gentes que con su granito de arena, ayudan a estas comunidades a hacer tanto bien en pÍises que no tienen nada.
Gracias por contarnos tan bellas historias y despertar en muchos el deseo de ayudar.