viernes, 16 de mayo de 2008

LOS HUERTOS ECOLÓGICOS

Tenía ganas de visitar los huertos que el Ayuntamiento de Valladolid ha puesto a las personas mayores y allá me he ido en una mañana fresquita de mayo, con un cielo encapotado de nubes con ganas de llover suave y fino, como así ha sido. He sentido cierta emoción al contemplar una inmensa finca con más de cuatrocientos huertecillos, en los dominios de INEA y en lo que fuera hace más de treinta años el Instituto Rural El Pino, donde viví unos años e impartí mis primeras clases.
He conversado con algunos de los muchos que cuidaban su huerto, plantaban los primeros tomates y pimientos de la temporada y me enseñaban orgullosos las plantaciones gigantes de guisantes, las primeras fresas, las cebollas, alguna de las cuales podrá pesar un kilo, así como los cuidados con la tierra en surcos perfectos, los tratamientos puntuales contra las enfermedades y les he visto satisfechos y felices de lo que sienten como suyos y agradecidos a las instituciones que han tenido la feliz idea de este proyecto que se extiende por otros muchos lugares.
Y he recordado el artículo de la semana pasada, de la escritora y novelista Elvira Lindo, que cuenta con el fino humor y estupendo desparpajo que le caracterizan una sabrosa historia de su suegro, con motivo de la muerte del gran doctor vallisoletano, Rafael Lozano Guillén, de quien Juan Cruz escribía en la necrológica que era un médico noble, generoso y atinado que se acercaba a un modo de mirar la salud como un todo, y en esa totalidad de la salud figuraban la conversación y las palabras. Qué diferencia la de ese otro doctor que hace unos días me hizo una colonoscopia y me sentí como un ladrillo, porque no se dignó, no ya un mínimo saludo, sino ni siquiera de dirigirme una sola palabra, menos mal que la enfermera era buena profesional que cuidaba el buen trato y las palabras cariñosas.
Pues bien la escritora Elvira Lindo describe al doctor Lozano con un poder chejoviano, el del médico culto que mira el alma que hay tras un cuerpo enfermo. Y cuenta cómo un día llevó a su suegro, hortelano en cuerpo y alma, que tras dejar el campo comenzó a tener problemas de memoria. Dos hombres de la misma edad, aunque de distintos planetas, uno frente a otro.
Confiesa la escritora que estaba allí de traductora, porque este médico usaba un lenguaje y unas técnicas que el hombre de campo no esperaba de un eminente doctor, porque entendía que era perder el tiempo las preguntas que le hacía y no acababa de ir al grano. Las preguntas eran bien sencillas, pero enormemente significativas y que tenían que ver con sus dolencias y depresiones, tales como, a qué hora se levantaba usted, quien llevaba la hortaliza al mercado, dónde comía, cuántas horas veía la televisión, etc. etc. Y tras la conversación que pretendía llegar al fondo del problema el diagnóstico y el tratamiento:
“Aparte de las vitaminas de rigor, el doctor Lozano, dice la escritora, le encomendó a mi suegro dos tareas: no ver la televisión más de una hora al día -lo cual implicaría no estar dormitando tontamente a cada rato robándole el sueño a la noche, caminar hasta que brotara el sudorcillo, escribir un diario con todo aquello que hiciera durante el día- y, si fuera posible, le dijo mirándole a los ojos, tenga usted un huerto, ¿por qué no tiene usted un huerto, aunque sea diminuto? Cuando bajábamos por la escalera hacia la calle, al hortelano le dio un ataque de risa, se secaba las lágrimas con el pañuelo: vaya médico más raro al que me has traído. Pero como era hombre obediente y tozudo comenzó a hacer sus tareas como si estuviera de vuelta en esa escuela de perra gorda de la que le apartó la guerra. Todas las tardes se aplicaba en su cuaderno. La memoria le volvió, y siempre guardó un respeto reverencial a ese doctor ya situado en el apartado de eminencias”.
Si el médico vallisoletano hubiera visto los huertos ecológicos que he visitado esta mañana se hubiera sentido feliz, como yo, conversando con estos hombres que han entendido una de las formas más saludables y preciosas de vivir la jubilación.

2 comentarios:

Camilo dijo...

Yo estudie en el I R el Pino en los años 79-80, me gustaría contactar con gente de esa éopca, mi correo es camilogrilla@gmail.com

Camilo dijo...

Yo estudie en el I R el Pino en los años 79-80, me gustaría contactar con gente de esa éopca, mi correo es camilogrilla@gmail.com