jueves, 8 de mayo de 2008

Juan Gelman, poeta y hombre

En homenaje al poeta, Juan Gelman, a quien, en estos días, le han concedido el Premio Cervantes releo algunos poemas con algunas interpelaciones y comentarios al margen, con el deseo de que Vds. los escuchen bien y se hagan también preguntas y algunas reflexiones pertinentes.
Uno de ellos me ha tocado por debajo de la epidermis:
"Manzana sola en la fuente,
¿qué hace sin Paraíso? Nadie ve
su cicatriz amarga".
El niño de ayer y el hombre de hoy se hacen preguntas, elementales preguntas:
¿Qué fue de la manzana? ¿Cuándo se destripó la idea genial del Paraíso? ¿Por qué y desde cuándo y desde dónde y para qué… los hombres se pusieron de acuerdo para crear manzanas, pecados, dioses y paraísos?
No es de extrañar que, después de tantos siglos hablando de manzanas y paraísos, cuando vemos una manzana sigamos soñando en el edén.
Pero hemos avanzado, y así lo intuye y deja constancia el poeta: nadie ve / su cicatriz amarga. ¿Acaso quiere decir que no hubo tal mordisco y por lo tanto culpa alguna? Dudas y más dudas, preguntas pertinentes y no sé si impertinentes.

Siempre el viento tiene las respuestas. Lo decía muy bien el genial Bob Dylan.

Epitafio. Ayer en una sesión con personas mayores y tras aconsejar aceptar a la muerte venga cuando venga, sin terror alguno les pedí que fueran pensando en el epitafio que desearían que les pusieran en su tumba. No pusieron buena cara y les leí el epitafio de Juan Gelman con pequeños comentarios al margen, que agradecieron:
"Un pájaro vivía en mí.
Una flor viajaba en mi sangre.
Mi corazón era un violín.
Quise o no quise. Pero a vecesme quisieron.
También a míme alegraban:
la primavera,las manos juntas, lo feliz.
¡Digo que el hombre debe serlo!
(Aquí yace un pájaro.Una flor.Un violín.)" Juan Gelman
Un pájaro vivía en él, porque era alegre y fino humorista y humanista profundo, hasta que la Dictadura Militar argentina hizo desaparecer a su hijo, a su nuera y a su nieta, a quien encontró después de buscarla durante veinte años que duró su vía crucis. Debemos agradecer a Juan Gelman que nos haya enseñado los cuatro conceptos que encierra la palabra “desaparecidos”: secuestro, tortura, asesinato y deshacerse de los restos.
Una flor viajaba en su sangre, amante de las flores y la naturaleza toda, gentil caballero humanista de pro.
Su corazón era un violín, sabio y truhán, poeta enamorado, cantor y con fino oído para hacer de las palabras sinfonías parlantes.
Quiso o no quiso, claro, pero sin estar muy seguro, en un hombre nada dogmático, nada talisbán. Agradece que le quisieran. Tres conceptos que le alegraban la vida: la primavera, las manos juntas, la felicidad.
Tiene bien claro cuál debe ser su epitafio: un pájaro, una flor, un violín, Juan Gelman.

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