lunes, 28 de abril de 2008

Buena gente

· Buena gente, la que es incapaz de matar una mosca, aunque esté dispuesta a ello, si es absolutamente imprescindible; ése que, sin conocerte, te regala el encendedor, al pedirle fuego, porque él tiene otro en el coche; la que siempre tiene a mano una palabra cariñosa, un detalle a flor de piel; el que no saca pecho alardeando de casa, cosas, propiedades, hijos, títulos, conocimientos…; el amigo que siempre está a punto para lo que necesites, sin pedir nada a cambio, ni echártelo en cara nunca; buena gente la que cuando está arriba no grita a los de abajo y, cuando está abajo, no chupa el culo a los de arriba; aquella que tiene más a punto el aplauso que la crítica y la crítica a mano cuando hay que defender al inocente; la que no va por la vida metiendo el dedo en el ojo ajeno, porque siempre tiene buen corazón y nunca por sus venas corre la mala leche; más partidaria del premio que del castigo y ver la viga en sus ojos antes que la paja en la vecina de enfrente; aquellos que a la hora de pagar son los primeros, en lugar de mirar a las estrellas esperando a que abonen la consumición los otros; la que va por el mundo sin pensar que las cosas, las casas, la mujer y los hijos son de su propiedad…; la buena gente es buena gente, sin darse cuenta de que lo es.
Una mujer de Granada me solicita ayuda para revisar un proyecto de animación sociocultural con personas mayores, que está elaborando, y después de contestarla y decirle que encantado, me envía este poema:
“Hay gente que con solo decir una palabra
enciende la ilusión y los rosales…
Hay gente que con solo abrir la boca
llega hasta todos los límites del alma,
alimenta una flor, inventa sueños,
hace cantar el vino en las tinajas
y se queda después como si nada”, I. Díez y E. Rivero
No hay que darle demasiadas vueltas: la buena gente es la gente buena, en el buen sentido de la palabra, bueno, que decía don Antonio Machado.
Me gustaría, más que nada en este mundo, ser buena gente.
¿ Y a ti?

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