lunes, 21 de abril de 2008

¿Por qué nuestro cerebro ve caras por todas partes?

Husmeo en el periódico de Nueva York “The New York Times”, que me llega los jueves, en castellano, una interesante noticia.
Quien más quien menos ha creído (de manera frecuente en la infancia) ver diferentes caras y hasta ha estado seguro que eran reales, en algunos momentos de su vida, caras de la Virgen, de Jesucristo, del Che Guevara, de sus abuelos… y un sin fin de caras desconocidas, bien mirando a la luna, bien mirando a la oscuridad o a las manchas del test de Rorscharch. ¿Tiene esto algo que ver con todas las apariciones que en el mundo han sido en unas y otras religiones? Acaso mucho.


Pero, ¿por qué vemos caras? ¿Por qué tantos rostros en sueños, semisueños, o cuando ardíamos de fiebre entre delirios? ¿Por qué mi hermana Julita, la mayor de las hermanas, cuando estuve en la UVI dos semanas, nos asustó tanto cuando desvariaba con locura contándonos los rostros, las hormigas, a nosotros de payasos y a la vez llorando y “berreando”, y se nos saltaban las lágrimas al pensar que sería terrible que se quedara así?
Biólogos e informáticos empiezan a dar respuestas convincentes. Y así la neurocientífica, Doris Tsao, de la Universidad de Bremen, Alemania, comenzó a sospechar que existe una zona concreta del cerebro que da prioridad a los rostros. Los experimentos que ha realizado con macacos le han llevado a elevar a categoría lo que en un primer momento eran sospechas.
Otro argumento que explica este fenómeno que nada tiene de paranormal y menos de sobrenatural se halla en el gran número de rostros que vemos cada día, lo que da lugar a que el cerebro que es bombardeado constantemente con estos estímulos los sigue percibiendo posteriormente aunque nos estén presentes. Por lo que se puede deducir con contundencia que es nuestro propio cerebro el que genera esos falsos rostros.
La ciencia es así de clara y tajante y no se anda por las ramas.
Por ello bienvenida por la dosis de liberación que conlleva y porque nos conduce al reino de las verdades.


Y aprovecho la anécdota para pasar a los principios: es tan importante barrer, limpiar, renovar la casa, como barrer, limpiar y renovar la mente, si no más, olvidando los cuentos que hoy ya no cuentan nada, barriendo y tirando a la papelera lo inservible: trastos viejos, ideas obsoletas, mentiras sin sentido y un mucho dañinas, valores que nada tienen de virtud y llenar los huecos de la mente de ideas nuevas, valores últimos, propuestas interesantes, proyectos originales, para llevarlos a la plaza común donde todos puedan meter las manos y aportar su porción de originalidad.
Es preferible vivir a la intemperie y libre a morir asfixiado entre el moho, el polvo apolillado por los siglos y el adoctrinamiento basado más en el principio de autoridad que el principio de la razón.

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