miércoles, 9 de enero de 2008

Ser joven

Hace días publicaba en su columna de los domingos, Manuel Vicent, a quien considero maestro en la forma de escribir, un artículo titulado SER JOVEN, que me llamó la atención y frente a ideas estupendas, latía en el fondo, un tema confuso y ambiguo. Decía Manuel Vicent:
“A cualquier edad, ser joven consiste en gozar de una salud aceptable y tener proyectos”.
Muy bien, de acuerdo.
Aunque entre líneas, se no está vendiendo la moto de la importancia de ser joven en cualquier edad, y personalmente he repetido hasta la saciedad que si eres niño, debes ser niño, para nada persona mayor y abuelo respetable, porque entonces el niño se ha convertido en un hazmerreír por no decir un pequeño monstruito. Si eres joven, pues exactamente igual, porque si eres un infante, das pena, porque que te has quedado enano, no creces como se debe crecer, acercándose a la autonomía que debes perseguir para llevar las riendas de tu vida, responsable de tus actos y decidir por propia cuenta, y si a los veinte años eres un talludito maduro y un abuelo ejemplar, ¿para cuándo esperas gozar de la vida a pulmón abierto y libertad incondicional? Y si eres mayor, no me vengas con monsergas de que estás hecho un niño, un chaval, una chiquilla, porque eso es una milonga que nadie cree en el fondo y está feo jugar a ser hipócrita y mentiroso. Si eres mayor, eres mayor y punto, con la grandeza de serlo y las goteras con las que hay que contar, aunque llevándolas de la forma más elegante posible.
Pero Manuel Vicent es un magnífico escritor y terminaba el artículo en su línea siempre original, siempre sorprendente, que deberíamos alargar:
“Frente al decorado de cada estación del año, la vida puede cobrar una intensidad insospechada. De pronto, regar la maceta del geranio o cambiar el agua al canario adquieren una dimensión planetaria; aporrear el tabique para que el vecino baje la radio redime toda una historia de cobardía; excitarse viendo cómo se desnuda la chica de la ventana de enfrente supone una aventura más fuerte que enamorar a una diva y pasearla de la mano por los templos de Luxor (de Egipto) como un hortera”.
Pues eso, y buen momento para enfrentarse al año que acaba de comenzar haciendo propósitos y proyectos para que la vida cobre una intensidad insospechada. No será necesario subir al Everet, porque nada se nos ha perdido, allá tan lejos y tan arriba, ni correr una aventura que pudieran componer hasta una ópera con ella, para qué tanto, pero sí leer un libro de forma detenida para que dé que pensar, aprender una poesía, condimentar y cocinar una nueva receta nunca hecha, apuntarse a unas charlas, a un nuevo curso, dar un paseo por sitio desconocido, dedicar unas horas a hacer la vida a alguien más llevadera, tener un detalle con algún familiar que no se lo espera, tomar un café con quien hace mucho tiempo no se hace, quedar con amigos o amigas y sacar en la conversación un tema de interés para debatir, proyectos, proyectos, proyectos, proyectos pequeñitos, pero que te hacen darle vueltas al coco y renuevan el aire, cambiar el ritmo que le viene bien al cuerpo y al alma, pensar en los demás que eso siempre le lleva sangra nueva al corazón y repartir sonrisas y gracias y buenos detalles por donde quiera que estemos.
Todo ello, ya lo sabes, para que, tengas la edad que tengas, cobre la vida una intensidad insospechada. Feliz año 2008.

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