domingo, 2 de diciembre de 2007

Madurez, divino tesoro

Se agradece enormemente que en los últimos mensajes que se dan en la mayoría de los foros y encuentros que tratan el tema del envejecimiento activo se recupere el discurso positivo sobre la etapa última de la vida, se hable de las grandes oportunidades y potencialidades a descubrir y fomentar y que a la madurez como a la juventud, se le pueda denominar igualmente, incluso con más motivos, divino tesoro.
Descubrí este término “madurez, divino tesoro”, de la pluma de Eugenio D’ors, al comienzo de la década de los noventa cuando iniciábamos en la provincia de Valladolid un Programa de Animación Comunitaria en el Área de Bienestar Social, dedicado a las Personas Mayores.
Abogamos, decía yo por entonces, por un mundo en el que los niños estén felices en su piel y la disfruten sin desear vivir otra etapa antes de tiempo, porque éstas llegarán en su momento; los jóvenes se encuentren a sí mismos y descubran lo que para ellos cantó Rubén Darío: juventud divino tesoro; los adultos olviden sus cantos de sirena y logren la armonía de estar tocando los momentos mayores de esplendor: madurez divino tesoro, que dijera Eugenio D’ors; y los mayores dejen de envidiar a nadie ni a nada, pues no es verdad que cualquier tiempo pasado haya sido mejor, y desde luego es un error mirar permanentemente hacia atrás con nostalgia. Y además es en la última etapa de la vida cuando muchas personas se dan cuenta, y disfrutan de ello, de que están tocando el divino tesoro de la madurez y de su plenitud.
Éste tiempo, el de ahora, es el nuestro, para unos y para otros, es decir para todos, a ratos mejor, a ratos peor, pero es el que debemos celebrar y no permitir por nada del mundo que se nos vaya de las manos. Carpe diem.
Por ello produce una enorme alegría encontrarte, en EL PAÍS del 24 de noviembre, un hermoso y profundo artículo titulado precisamente Madurez, divino tesoro, firmado por Marcos Peña, Presidente del Consejo Económico y Social.
Comienza el autor reivindicando los aspectos positivos del envejecimiento de la población y al analizar esta nueva realidad, como es el aumento de la población de personas mayores, constata el cambio significativo en nuestro comportamiento social, en la organización del ocio, en el consumo, en un nuevo sistema de valores.
“Es un despilfarro social, escribe Marcos Peña, que el caudal enorme de bienes que la vejez comporta transite penosamente entre la indiferencia, el brasero y la compasión. Hay que pasar de las cosas de viejos a que los viejos ocupen su puesto en la sociedad y a que el envejecimiento se sitúe en el centro de las agendas sociales. Estamos hablando de un éxito social sin precedentes: el envejecimiento como desarrollo científico y del estado de Bienestar. De una oportunidad histórica, no de un problema”.
Termina el autor haciendo hincapié en un concepto generador de múltiples ideas y, lo más importante añado yo, capaz de generar múltiples proyectos y acciones, con diseños inteligentes y ambiciosos, para hacer que así como el trabajo ha sido el instrumento de socialización por antonomasia, la jubilación no termine deslizándose por la trágica pendiente de la desocialización. Por lo que el envejecimiento socialmente activo deberá ser la gran meta a perseguir, sin olvidar los dos pilares básicos: el Sistema General de Pensiones y el Sistema Nacional de Salud. Como tampoco el otro factor que hace referencia a la participación en el ámbito de la vida social. De forma que la nueva imagen de las Personas Mayores, que ya está siendo, y así lo comprobamos en cada reunión, encuentro, sesión de trabajo, aulas de formación, Aulas de Mayores y Universidad de la Experiencia, sea la imagen de una vida abierta a la sociedad, rompiendo barreras y guetos, con un compromiso cultural, social y político en el entorno que le toque a cada cual.
Y de acuerdo con el mensaje final: “conviene hacer un llamamiento a los medios de comunicación y a los agentes sociales y políticos para que profundicen en esta sensibilización de que la vejez no es el fin, sino el principio de otro tipo de sociedad que tiene entre sus valores y sus retos la prolongación de la vida”.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

son bonitas estas reflexiones que haces sobre la madurez, pero desgaciadamente no siempre es tan bonita,desde mi punto de vista hay que llegar con el corazón limpio y la sensación de haber sido generoso

Anónimo dijo...

Creo que hoy por hoy, la vejez va teniendo reconocimiento tanto a nivel social, como económico, quizás ayudado por las medidas que se van tomando desde el gobierno. Pero me temo que el peor reconocimiento lo hacemos desde la propia familia, y es aquí donde
deberíamos hacer el verdadero ejemplo para futuros ancianos que seremos todos.
Una vez oí esta pregunta ¿para qué sirve un viejo? Para contestar a esto creo que tendríamos que hacer una gran reflexión, tomando como ejemplo a cualquiera de los más próximos a nosotros.
Si valoramos y damos el verdadero reconocimiento a los nuestros, quizá así aprendemos a valorar a TODOS los demás y pedir y dar lo que les corresponde por derecho propio.

Gracias por hacernos reflesionar sobre la propia via.