miércoles, 5 de diciembre de 2007

Frente a la crispación y el ruido, el silencio

Siempre me han dado miedo los gestos agresivos de las pandillas de jóvenes airados, los insultos vociferantes, las salidas de tono y el no ser capaces de pedir disculpas o perdón por no haber estado a la altura de un ciudadano educado y responsable.
Pero contemplar a personas mayores en manada, con el insulto y el grito saliendo de sus abrigos de visón desmelenados, me producen una pena infinita. Porque ¿cómo entender que la gente se reúna para guardar silencio, recordar a los muertos, salvajemente asesinados, acompañar a sus familiares, desear hacer todo lo posible para que ETA deje de matar, y utilice el momento para divulgar mentiras, atacar al Gobierno y decir de manera calumniosa que está con los asesinos, llamar maricón a un Concejal del Ayuntamiento de Madrid y un largo etcétera ruidoso y espeluznante que mete miedo, pena y asco?
No lo estamos haciendo bien. Llevamos, demasiado tiempo, haciendo ruido, mucho ruido y crispados.
Hacen mucho ruido en el Parlamento sus Señorías, demasiada crispación, cuando deberían ser un ejemplo de respeto, saber estar, escuchar de forma activa, dar más importancia al razonamiento y los buenos argumentos vengan de donde vengan y por encima de todo buscar lo esencial y unirse en esa búsqueda.
Hace mucho ruido la emisora de la Conferencia Episcopal cuando, en lugar de seguir al pie de la letra y del espíritu el mensaje evangélico, vocifera más que nadie, calumnia e insulta más que todos juntos, alienta la crispación, manifiesta sin tapujos que le da ascos ver un manifestación en donde se unen todos los partidos para ir contra ETA, que los insultos que se profieren son “la décima parte de lo que se merecen”, que “el presidente del Gobierno es el socio político de una banda asesina que persigue a las víctimas”, que “ETA tiene cogido a Zapatero por los vagones”, que ”la manifestación unitaria es una basura y me da asco y me da vergüenza”, expresiones todas ellas del Sr. Jiménez Losantos que arenga todas las mañanas, desde su púlpito, a sus oyentes, para que empiecen con aires putrefactos el día. Y, de paso, vayan bien armados por la tarde a la manifestación de turno.
Hace mucho ruido el Sr. Alcaraz, presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, cuando utiliza, según él, un lenguaje metafórico que tiemblan las estrellas. Ahí van algunas perlas, de su linda boca: “El Presidente del Gobierno hace tiempo que habla, siente y padece como los propios terroristas”. “Hay pruebas más que suficientes de su connivencia con los asesinos”, metáforas, lindas metáforas.
Hacemos mucho ruido en la calle, hace unos días, no sólo ruido, sino toneladas de basura, con motivo de la fiesta de la Facultad de Arquitectura, y cagadas y meadas y vomitonas por doquier, dejando dos o tres calles del barrio donde vivo como un estercolero, y aquí nadie se hace responsable, ni la Facultad, ni el Gobierno Civil, ni el Ayuntamiento, ni San Pedro bendito, porque año tras año estamos condenados algunos vecinos a esta fiesta salvaje. Ruido, mucho ruido.
El mensaje, posiblemente poco diplomático del Rey Juan Carlos, ¿por qué no te callas?, al impresentable Presidente de Venezuela, debería ser el slogan a utilizar más en estos momentos. ¿Por qué no nos callamos un poco? ¿Por qué no guardamos silencio, y mucho más cuando hay muertos delante y muchos niños, todos, que nos miran a los adultos y a las personas mayores para ver cómo nos comportamos?
Frente a la crispación y el ruido, silencio, por favor, y dejemos que la razón, la cordura y la buena educación hagan acto de presencia.

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