jueves, 6 de junio de 2024

LA MUERTE DE UN HIJO NO SE PUEDE OLVIDAR

 


Seguro que una de las cosas más terribles y devastadoras para una madre es la muerte de uno de sus hijos. Y quien lo sabe a conciencia es la que lo ha sufrido en sus carnes. Les gustaría tachar esa fecha del calendario. Por eso se entiende que a Marjorie Eliot, pianista negra, le sobraban los domingos, porque fue un domingo en el que se le murió su hijo por una infección de riñón. Desde hace más de 10 años, Marjorie Eliot abre cada domingo las puertas de su apartamento en Harlem para deleitar a todo el que se acerque con un concierto de jazz en directo, liderado por ella al piano y un grupo de amigos músicos. Lo cuenta, maravillosamente bien, como los 29 restantes retratos que conforman el libro precioso, Elvira Lindo en su libro “30 maneras de quitarse el sombrero”, quien asistió para dar noticia y hacer la crónica y el retrato pertinente, un domingo a la hora del concierto, las 4 en punto de la tarde, en donde se encontró a una anciana tocando el piano “muy coqueta, con jersey dorado y enormes gafas de sol, y cincuenta personas distribuidas por la cocina, el pasillo y el salón escuchando en silencio”. Y así domingo tras domingo desde hace algo más de 10 años. Al terminar el concierto ella misma pasa una bandeja entre los asistentes con galletas y zumos de naranja. Es la forma que tiene esta madre de olvidar-recordar la herida siempre abierta, y hasta celebrar, creo yo, la vida que compartieron juntos, y nada como la música puede servir para sanar heridas y curar, dentro de lo posible, los malos recuerdos y celebrar aquella vida.
“Tocaba para olvidar”, titula el capítulo Elvira Lindo, y me gusta, pero por más que lo pienso, encuentro otro más acertado: Tocaba para olvidar-recordando, porque no es posible olvidar y el milagro de la música hace que el hacer música y escucharla sirva para que acaso todo sea más llevadero.
Y lo que me parece más formidable es la actitud de profunda admiración de la escritora hacia las 30 mujeres y que me parece una buena clave de este hermoso libro. Lo dice la propia autora en el inicio del capítulo dedicado a María Guerrero: “No sé qué sería de mí sin el acto de admirar... Admirar va unido al mero hecho de vivir, y no siempre es la generosidad lo que me empuja: admirar también es distraerse del trabajo propio para enredarse observando el de los demás...” Qué fácil es querer a Elvira Lindo y admirarla como ella admira y saca lo mejor de las 30 mujeres a quienes retrata y quiere, sintiéndolas cercanas, y metiéndose en su piel con inmensa empatía y afecto.
Será bueno quedarnos con la imagen y el significado de los conciertos de la pianista Marjorie Eliot, recordando-olvidando la muerte y celebrando la vida con su piano, sus amigos músicos y acompañantes en las tardes neoyorquinas de los domingos.
Nota no tan al margen: El curso próximo, en los talleres de escritura creativa, leeremos un capítulo de la novela de Bárbara Kingsolver “La Biblia envenenada” (675 páginas) que acabo de leer, sobre la muerte de la hija pequeña de la familia protagonista y trabajaremos el tema de la muerte desde ese hecho concreto maravillosamente narrado.
https://youtu.be/ihMnBq86nD8?si=yw4rB_XPRLAF7HxS Casals - Song of the Birds - Camille Thomas / Stars von Morgen -

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