jueves, 2 de mayo de 2024

A RITMO DE TANGO

 



Hace un año escribí un artículo sobre el bolero “La terrible belleza del bolero” y una buena amiga me pidió amablemente, como siempre te lo piden las buenas amigas, que le dedicara un artículo al tango y, ay de mí, se me había olvidado, hasta que hoy me lo ha recordado Facebook e intento ponerme las pilas por aquello de que cuando alguien, así, me dice, ven, lo dejo todo, y aquí me tienen. Va por ti, Gloria Rivas y por cuantas estaríais dispuestas a sacarme a bailar. Nunca jamás os daría calabazas.
Me encanta el tango, verlo bailar por las mejores parejas y escucharlo de las manos y del violín y del chelo, por ejemplo, de las hermanas Katika y Anikó Yllényi. Se me van los pies y el alma toda y daría media vida y toda mi pasión por bailarlo decentemente bien con una bella mujer en la pista de cualquier lugar del mundo.
Un paso adelante y otro atrás, un dos, un dos, y todo lo que sigue. Tanto que un día le dediqué a mi mujer un tango con el mismísimo ritmo del tango, me parecía a mí:
“Si yo me voy...
Si tú te vas...”
Consistía en repetir estas expresiones al comienzo de cada párrafo, y como quiera que yo le iba dando el ritmo del tango, me parecía a mí que lo estaba bailando con ella, despidiéndonos de este amable y hospitalario mundo que nos había cobijado tanto tiempo, mucho en verdad.
El tango, como sabes, es un género musical y una danza, característica de la región del Río de la Plata y su zona de influencia, pero principalmente de las ciudades de Buenos Aires (en Argentina) y Montevideo (en Uruguay). Musicalmente suele tener forma binaria (tema y estribillo), dicen los expertos en el tema y Enrique Santos Discépolo, uno de sus máximos poetas, lo definió como «un pensamiento triste que se baila». Y él sabía lo que se decía, como gran poeta del tango, compositor y músico, después de Carlos Gardel.
Los investigadores destacan seis estilos musicales principales que dejaron su impronta en el tango: el tango andaluz, la habanera cubana, el candombe, la milonga, la mazurca y la polka europea.
El tango, sin lugar a duda, tiene un aire marcadamente sensual, con pareja abrazada, que exige una profunda relación emocional de los cuerpos de los bailarines entre sí.
Pero ni puedo ni debo olvidar a Carlos Montero, “músico y guitarrista excepcional”, porque tuve el honor de poder disfrutar de su amistad a la sombra de Joaquín Díaz, con recuerdos inolvidables en Urueña y en Viana de Cega. Moncho Alpuente dijo de él: “Carlos Montero, contemporáneo y sabio, traspasa las fronteras del tiempo y del espacio con su canción eterna, melodía de arrabal, de todos los arrabales del mundo en los que reina resucitado por su ensalmo S.M. el Tango”. Y Aute: “Debo confesar, con todas sinceridad que gracias a Carlos y sus tangos, abrí los ojos y los oídos a una esencialidad de la manera de escribir canciones... Los tangos, en la guitarra y en la voz de Carlos Montero, adquieren una nueva dimensión. Se transforman en canciones intimistas, llenas de matices que apuntan hacia nuevas vibraciones poéticas y musicales”. Siempre vuelvo a él.
El tango es, para concluir: recuerdo dolorido, queja y lamento, sensualidad, llanto y sentimiento, compañero y amigo, pero por encima de todo es baile agarrado y sentido en el que dos cuerpos bailan con la pasión a flor de piel en la que el bandoneón, que ocupa un lugar central, le da su punto musical y como todo baile “es soñar con los pies”.

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