Se nos pone difícil hablar. Se nos está poniendo hasta el rostro extraño, ¿alelado? de no saber de qué hablar y cómo decirlo para no herir sensibilidades o molestar a tu prima hermana, la más querida, por no decir a tu cuñado. A lo que habría que añadir que cada cual habla, hablamos, con frecuencia, por boca de ganso. Ya desde el amanecer se nos nota de dónde venimos y qué emisora, tertuliano, director de programa hemos escuchado, y hablamos bajo su sombra, con su mismo deje de voz, sin contrastar las opiniones, fieles monaguillos que repiten sin cesar y sin pensar: amén, así sea, lo que Vd. diga, mi amo, mi jefe, mi dueño y señor.
Se lo decía a Gonzo en su Programa “Salvados” (magnífico programa, y espléndido siempre Gonzo) sobre los viajes del Imserso, una señora: “Intentamos no hablar ni de política, ni de religión, ni de fútbol”. Hay miedo a que se rompa la baraja, las palabras vayan a más por el desguace de lo sórdido o de lo políticamente incorrecto, de la vehemencia a la cercanía del insulto y hasta dejarse de hablar por una temporada, o simplemente obligados a parlotear sobre el tiempo atmosférico y el tiempo del ayer con apasionada nostalgia.
“Ahora que todo ofende, hablar ya es un deporte de riesgo”, decía ayer María Pombo, empresaria e influencer. Quizá tenga razón, un deporte de riesgo hablar, manifestar tu opinión, decir lo que piensas en cada momento..., y se nos va la vida precisamente si no lo hacemos, si mutilamos nuestro hablar en libertad, porque somos lenguaje, palabra hablada a los cuatro vientos, y como dice el maestro Emilio Lledó “necesitamos las palabras esenciales, la inocente marca de la duda, con la famosa pregunta qué es, que es la libertad, la justicia, la belleza, el vivir, el sentir, el pensar, el amar”. Y sigue diciéndonos que nacemos lenguaje, vivimos en él y nos desarrollamos desde él. Sin él, ¿no te parece que nos convertimos en seres inanimados, momias, piedras en la cuneta a orillas del camino que hacemos y nos hace? Necesitamos ser, no “la voz de mi amo”, claramente, sino la palabra exacta, frágil quizá, pero amasada por uno mismo y elaborada desde el contraste y la opinión de los mejores, que los hay, desde la búsqueda de una curiosidad intelectual honesta. Añade el maestro Lledo esta bellísima frase: “El primer convoy de ayuda humanitaria que hay que enviar es a nuestros propios ojos, a nuestro propio cerebro”, que yo me permito hacer extensiva a nuestra capacidad de hablar, el uso libre de nuestra palabra manifestada en nuestras opiniones y forma de pensar.
¿Tan irrespirable se ha puesto el ambiente que ya no podemos permitirnos hablar de lo divino y de lo humano, de deportes, de religión y de política? ¿No es urgente cortar este cordón umbilical para salir de nuevo a la calle que es de todos, por cierto, lo mismo que la bandera, sin Inquisiciones y Torquemadas al uso, que ya tuvieron su fatídico, sinónimo de nefasto, siniestro, funesto y triste, momento? Sí, es urgente volver a hablar de todo desde el respeto, digámoslo una vez más, no a las opiniones, porque estás se debaten y se puede estar abiertamente en contra de ellas y hasta no respetarlas, sino a los otros, tengan las ideas que tengan, aunque nos repugnen.
Pido la paz y la palabra, decía en un famoso poema Blas de Otero. Pues eso.
https://youtu.be/V-DmZHMfOFg?si=299JKqa4IFMAUJky María la Curandera - Natalia Lafourcade. (Si buscabas una canción saludable, salutífera, sanadora, ahí está esta por excelencia)
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