Cuando las cosas van mal..., y siempre han ido mal, ayer, hoy y mañana por la tarde..., pero a decir verdad, a lo que estamos obligados para no caer en pesimismos nefastos, también van y siempre han ido bien ayer, hoy y mañana, mañana y tarde. Quede clara esta idea, si no, nos perdemos en el cabo de la calle, en donde reina el frío.
Y así me decido a escribir, una vez más, sobre el peligro de mirar para otro lado cuando arde el bosque, desentenderme del mal que se gesta a nuestro lado y lejos en guerras infames, o cuando el sol se nubla o desaparece. Porque la tentación es tremenda y siempre nos pisa los talones, porque para qué, si nada podemos hacer para que llegue de una vez el alto el fuego y se pare tanta carnicería, tanta masacre, tanto terrorismo de ambos lados, como ha dicho hasta el Papa de Roma, ayer mismo. Tanto es el mal circundante que la tentación inmediata es la de apagar la tele, la radio y no leer más relacionado con las diarias catástrofes...
Y sin embargo..., nunca se debe desertar del principio más sagrado: Nada de lo humano me es ajeno, que es tanto como decir que debo abrir ventanas y puertas para que entre el dolor del mundo en todos mis aposentos y en mi interior, porque el hacerlo, aun en el caso de que nada pueda solucionar, el simple no desear vivir en una burbuja o en el corazón del castillo bien fortificado e inexpugnable, ya me hace más hunmano, más cercano a lo que pasa cerca o lejos, ser simplemente mejor, más sensible y buena gente, lejos del horror, cerca de la solidaridad, sintiendo, empatizando siempre, poniéndome al lado de las víctimas y deseando que jamás apruebe y me halle al lado de la pureza de la raza y de la sangre, los vencedores de mano alzada, la sangre entre las manos, la mentira como norma de conducta y el odio como supremo principio de vida.
Qué hacer con la guerra desde el sofá, se preguntaba Nuria Labari, en un espléndido artículo, en el que termina, tras afirmar con rotundidad la necesidad de estar informado, hasta como si fuera inmoral no prestar atención a todo lo que sucede en el mundo:
“Me digo que es urgente ocupar el espacio público de mi vida, de la vida de todos -en el trabajo, la calle, las redes, la sobremesa, la política- con actos contra el dolor para que la memoria que permanezca no sea solo la de la pena y la lástima, sino la de los que hicieron algo contra ella”.
Está claro que no puedo parar la guerra, no podemos, desde nuestros sillas chiquitas, ni que dejen de seguir muriendo inocentes, pero conociendo lo que sucede cada día, coloca mis neuronas y mi corazón al lado de los que sufren y mi mente en pie de guerra para decir no a todo desastre y desvergüenza y sostener con firmeza que la guerra y el odio no son los caminos por los que transitar. Y eso me hace mejor, indudablemente mejor, lo que añade una pequeña luz, pero luz, a la noche del mundo.
https://youtu.be/8F6HGAXl4Ys?si=-x9UMNKm8sENPDhg Raul Olivar. Los ojos de la India. Auditorio Miguel Delibes
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