“Sabemos del muro, de todos los muros, pero lo que realmente nos alienta es la posibilidad de levantar puentes, de abrir sendas que unen, levantar arcos que sostienen y afirman”. Emilio Lledó
Me gusta citar al maestro Lledó, y estar bajo la influencia de su magisterio, que nunca es muro y siempre: puente, senda y arco. Y así me siento seguro hablando de muros que coartan, de puentes que animan a cruzar y rompen fronteras, sendas que unen e invitan a caminar, arcos que sostienen, afirman y aportan belleza.
Comienza constatando con todos que sabemos de muros, están ahí, tan fuertes y robustos como el de Berlín, que era tanto el disparate y el mal ocasionado que un buen día tuvo que ser derruido. Por fortuna nacen sin futuro. Muros a la orden del día, aquí y allá, y para no andar por las ramas, mirando la paja ajena en sus ojos, mejor conviene contemplar y analizar los de cerca, la viga que tapona nuestros ojos, que nos quita visibilidad, amplitud de miras, no poder caminar haciendo nuevos caminos, disfrutando de la libertad de los espacios libres, que sucede cuando los árboles de la ignorancia, la miopía, los estereotipos, el miedo al qué dirán, el egocentrismo, la estupidez..., no nos dejan ver el bosque, no nos permiten ver lo mejor de la vida y disfrutar de ella. Y para muros, aunque pereciera un oxímoron, que lo es, los móviles que comunican con los de lejos y e incomunican a los que están cerca-cerca. Último ejemplo: Muro alto y con púas el que se levanta en los centros escolares, como el acoso escolar hacia el diferente, en el que algunos energúmenos, tan pequeños y tan jóvenes, son protagonistas activos y, los más, protagonistas que guardan silencio y no mueven un solo dedo, no permitiendo su desarrollo normal y un aprendizaje en libertad y sana camaradería. ¿Alguien lleva el recuento de suicidios y los destrozos mentales motivados por el bullying?
Y no quiero hablar más de muros, porque resultan más interesantes los puentes, las sendas, los arcos. Todos ellos unen, nos unen, acercan, nos acercan, muestran y nos muestran nuevos caminos, otros horizontes, paisajes insospechados o nos transmiten belleza y nos acercan a nuestros antepasados que más supieron hacer las cosas bien y con mucho arte.
Amplío la frase leída, una cita, esta misma tarde, al final de la novela, en exceso larga, “Los vencejos” de Fernando Aramburu: “La tarea del educador moderno no es cortar selvas, sino regar desiertos”, de C. S. Lewis. Y hacer reír, hacer pensar, ser paño de lágrimas, abrir caminos y ventanas y muchas puertas, hacer ver que ser sinvergüenza no vale la pena, pero que dé vergüenza lo que debe dar mucha vergüenza... y que es importante saber hacer la o con un canuto y salir airoso de problemas difíciles de matemáticas, álgebra y trigonometría y distinguir un verso simplón de uno sublime, digno de Lorca, Machado, Juan Ramón Jiménez o Emily Dickinson.
Nos sobran todos los muros, y toda ignorancia, pero nunca los puentes, las sendas y los arcos tan imprescindibles en la vida.
https://youtu.be/6towmtpgU0Q Caminito María Lavalle
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