domingo, 10 de octubre de 2021

... Y QUE EL BOSQUE NO TE IMPIDA VER EL ÁRBOL

 


Que el árbol no te impida ver el bosque, perfecto, porque es muy importante, así se ha dicho siempre, y nos hemos conformado con el aserto sin mediar media crítica, cuando no es menos verdad la otra idea paralela: que el bosque no te impida ver el árbol, no menos importante.
Vayamos con la primera idea que tiene su miga, desde luego, porque con frecuencia somos tan miopes que no vemos más que un burro a cuatro patas cuando está a medio metro de distancia y nos perdemos la belleza y anchura del mundo, incluido el bosque, dándonos de bruces constantemente con el tronco del árbol, las medias verdades con sonido de tambor y traca en los medios y en la calle, más el ruido de algunos políticos y voceros del reino que atruenan con sus discursos de odio y larguísimas ristras de insultos sin pudor y vergüenza alguna. Eso pasa cuando las ideas son cortas, la miopía muy avanzada y la estrechez de miras no permiten contemplar el amplio horizonte, los intereses comunes.
Es “tiempo de cuidados”, como sostiene Victoria Camps en su reciente libre, y no de mucho andar con grandilocuentes discursos: tu pareja, tus hijos, tus amigos, tus vecinos, ese que pasa a tu lado y te pide un cigarro o un bocadillo, ese árbol de tu parcela que necesita una poda o el geranio de tu balcón.
La segunda idea enriquece el panorama, tu visión, ajusta las cuentas, nos coloca en otro punto de vista la mar de interesante: El bosque es lo que es, bello, majestuoso, con un punto de misterio fascinante, casi siempre, pero si nos impide ver lo concreto, al débil, al sufriente, al individuo de carne y hueso, al árbol que no acaba de medrar porque le asfixian los vecinos circundantes, mal asunto, nos quedamos con las grandes palabras, huecas, las altisonantes ideas abstractas, que tú y yo conocemos bien, las verdades y los valores fuera de nuestro ámbito de andar por casa, la temible monserga del ya no hay principios, ni valores, ni respeto, todos son iguales, etc. etc., hasta llegar a aquello que he citado más veces: amaba tanto a Dios y a su patria que fue incapaz de amar a uno solo de sus hijos, de Dios, y a uno solo de sus hermanos, de él. Y ya puestos, que los grandes discursos no se coman las palabras y que, al menos, nos dejen en la memoria, una sola, para degustarla y recordarla con frecuencia. De lo contrario puede que sean totalmente vanos esos discursos, de los que nos se salva ni una sola palabra.
La fotografía de mi buena amiga, Mª Jesús Prieto, es espléndida, y me parece que ha captado maravillosamente esta idea, existe un bosque, claramente, pero al mismo tiempo y con mayor rotundidad, si cabe, hay un árbol en primer plano, individualizado, personalizado, como contrapunto, a quien el ojo, sin esfuerzo contempla con obligada quietud y escrupulosidad.
No lo olvidemos: que el árbol no nos impida ver el bosque, ¡es tan hermoso!, pero que el bosque, por favor, no nos impida nunca ver el árbol, ¡es tan cercano!
https://youtu.be/-My4X_OBNtI Pablo de Sarasate - Zigeunerweisen Gypsy Airs Melodii Lautaresti. Genial él y geniales ellas.

No hay comentarios: