Hay pensamientos que saltan a la vista y deseas que aniden para siempre en el cerebro. Uno de ellos es este de Italo Calvino en Las ciudades invisibles: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos: Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es arriesgada y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno y hacer que dure, y dejarle espacio”.. Y Josep Mª Esquirol lo comenta así: “La mejor definición de cultura y educación que conozco se encuentra en este texto. La cultura y la educación consisten en esto: en hacer durar lo bueno y darle espacio, en hacerlo crecer. Y, a la vez, en conseguir que el infierno retroceda o, lo que viene a ser lo mismo, en aplazar el momento de la inhumanidad”. Lo primero, aceptarlo, porque no está fuera, ni lejos, sino dentro de nosotros mismos, se confundió Sartre, el infierno no son los otros, somos todos, está en nosotros. Y segundo, esta es la más hermosa de las ideas: buscar y reconocer quién o qué no es infierno, hacer que duren y dejarles espacio a través de la educación, la cultura y el ejercicio de los valores
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