jueves, 28 de octubre de 2021

DIOS GUSTA DE LOS ADVERBIOS

 

“Dios gusta de los adverbios”, es una frase de Joseph Hall, obispo y escritor inglés de siglo XVII, que me ha deslumbrado. Para mí es de esas frases que hacen época. Sabía lo que se traía entre manos aquel buen señor. Porque:
“Cuando”, “todavía”, “allí”, ¿qué sería el microrrelato más famoso de la literatura del dinosaurio de marras, sin esos tres adverbios,? Seguía allí: al pie de los caballos; todavía: que es el colmo; cuando: en el momento de..., esto es: “Cuando se despertó el dinosaurio todavía estaba allí”. ¿Se dio cuenta Monterroso del homenaje que estaba haciendo a los adverbios? Quiero pensar que no, que así es la inspiración, sorprendiendo al más majo, y al más sabio. Tres adverbios en un relato de ocho palabras, no está mal.
Unos de los versos más conocidos y fascinantes de la poesía española, se lo debemos a don Antonio Machado: “Caminante, no hay camino / se hace camino al andar”. Ahí está, enhiesta, esa expresión adverbial: al andar, mientras vas caminando, al tiempo que..., que cierra magistralmente los dos versos.
Hacer bien las cosas o hacerlas mal, ¿dónde está la esencial diferencia?, en el cómo, claramente, otro adverbio de modo, que marca las diferencias. Existe un relato popular muy curioso, el cómo está ausente, pero muy presente entre líneas, donde se explica la diferencia entre el cielo y el infierno: en el infierno hay una mesa de comedor con muchos platos y suculentos manjares, pero lo comensales tienen una mano en la que van atados un tenedor y un cuchillo larguísimos, lo que les impide poder llevarse nada a la boca, es imposible, y es una tortura más. En el cielo existe igualmente una mesa llena de manjares donde los comensales tienen asimismo unos cubiertos similares, con la diferencia que aquí cada uno corta y pincha los alimentos para llevarlos hasta la boca del otro. Dicha suprema. La respuesta que lo explica todo reside en un adverbio de modo, simplemente.
“Mientras por competir con tu cabello” es el primer verso de uno de los sonetos más perfectos de la poesía española del gran poeta del siglo de Oro, Góngora. El poeta utiliza este adverbio de tiempo cuatro veces y es un leimotiv-anáfora-eje que vertebra la esencia misma del espíritu del soneto. Mientras te pasas tu hermosa juventud compitiendo, no te olvides de disfrutar de ese momento que no vuelve, y por ello: “goza cuello, cabello, labio y frente... antes que todo se vuelva “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”. Los adverbios dan la nota esencial: mientras y antes que, que definen y explican como nada y nadie el paso veloz del tiempo.
Está claro y más que demostrado que uno de los principios claves en la educación de los hijos y las hijas se halla en el buen empleo de dos adverbios: Saber decir “no” a tiempo, pero sobre todo saber decir “sí”, porque con el no, se templa el carácter, se fortalece el espíritu para transitar por las infinitas dificultades que nos visitan a lo largo de la vida, se marcan los límites que no deben sobrepasarse, y con el sí, se fomenta la autoestima, se da el espaldarazo necesario para continuar ascendiendo y creyendo en uno mismo y el otro sabe que alguien importante confía en él, confía en ella, y unido íntimamente al sí: el elogio, el reconocimiento, el aplauso... cuando es obligado y muy oportuno.
Y puestos tendremos que añadir a los adverbios, los verbos que nos traen y nos llevan y nos trajinan, cuerpo y mente, sin olvidar, los nombres que acotan los límites y definen a las cosas y a los humanos. Alguien ha dicho esto tan precioso de ellos: “Pronunciar el nombre propio es como mirar a los ojos”.
https://youtu.be/ZrpCTErxBEA The Wellerman (Sea Shanty) - Cello Cover by Jodok Vuille

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