jueves, 30 de septiembre de 2021

DETRÁS DE CADA MIRADA UN MUNDO

 


Sucede que como no tenemos mucha costumbre de mirarnos detenidamente a los ojos como debiéramos, no hay forma de conocernos a fondo, por eso es un buen aviso ese de que solo te reconocen quienes siempre te miraron a los ojos. A tiempo estamos, si queremos enmendar la plana, reconciliarnos con nosotros mismos y con los que tenemos delante que se merecen una mirada mucho más cercana, bastante más cálida y mucho más detenida. ¿Será por eso por lo que nos hemos perdido tantas veces los entresijos del alma, siempre frágil, siempre necesitada de afecto de los demás, puesto que no somos más que leves cañas a merced de los vientos más ligeros y una soledad que nos ronda?
Si uno mira atentamente esos ojos tan bellos, tan serenos, tan profundos, no puede por menos de querer quedarse largo rato con ellos, no tanto para consolarlos, que acaso no lo necesiten, o sí, como para quedarse buenamente en sus fondos marinos. Se ha pasado quizá en el depilado y pintura de las cejas, que se me asemejan al bigote de Groucho Marx, lo que le puede dar un toque de ironía y de hacer de su capa un sayo y de su imagen un canto a la libertad.
Pero lo que sí está claro, es que si dejamos las armas lejos, en el último de los rincones del planeta, cuando tu mirada es serena y solo buscas que el otro, o la otra, sencillamente te mire, se dé cuenta de que estás ahí frente a ella, de que existes, sin más objetivo que darle los buenos días, desearle un buen fin de semana, que la vida le sea leve y un tanto feliz y coqueta, y que te devuelva eso mismo, no más, la vida sería menos complicada, más hecha a la ternura, más fundamentada en los afectos, la empatía, el buen rollo y el mejor de los mundos posibles.
Tampoco es tanto, o sí, en estos tiempos fríos como el témpano y agrios y abundantes en algaradas pendencieras, no es tanto y hay ejemplos abundantes desde el amanecer, que nadie, o casi, sale de casa con la bronca puesta y el insulto a flor de piel, más bien todo lo contrario, cada cual va a su trabajo, a sus asuntos, deseando los buenos días, dando las gracias a quien te sirve el primer café o el periódico, sin ninguna gana de armarla. ¿Será que el cuerpo y el alma no se han contagiado con ningún virus que a veces tanto pulula por el aire y con el sol bien levantado, pasada la noche que nos atempera y adormece con dulces sueños? Será. Pero lo que sí es cierto es que cada vez que miro despacio esos ojos no me transmiten más que calma, deseos de no hacer daño a nadie y desearle lo mejor del día y de la vida, que tiene por delante y que se merece, dichosa. Está claro que detrás de cada mirada existe un mundo y que merece la pena ser descubierto.
Nota no tan al margen: Qué mundo no descubriría el poeta Joan Margarit en los ojos de su hija Joana, de síndrome Down, que murió a los 30 años, le dedicó todo un libro de poemas y en uno de ellos escribió esto:
“Mientras envejecemos
conservaremos todos los colores
que han brillado en tus ojos”.
Pues así.
Y ahí va la música de un gran maestro y dos virtuosos pianistas:
https://youtu.be/F6gaNgomBFw I. Albéniz Pavana Capricho

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