jueves, 29 de abril de 2021

LA DULCE ATRACCIÓN DE LAS PALABRAS

 


El poder de lo escrito siempre nos ha atraído, esa niña lo ratifica, y es buen ejemplo de cómo está entrando en el corazón mismo de las palabras. Lástima que la oleada de la informática y el el tufo del populismo que lo invaden todo, aun cuando tengan como núcleo central las palabras, nos lleven de alguna forma por otros derroteros, como los de la superficialidad, la rapidez al vacío, la bronca, el simplismo de algunos slóganes políticos de última hornada, y la huida del papel con bolígrafo en mano. Yo, en calidad de antiguo, me quedo todas las mañanas, un buen rato, con el periódico, buscando joyas y las encuentro. Quién me iba a decir que en un artículo al vuelo sobre el susurro mejor que el grito, iba a tropezarme con una oración, que pudiera hacer las delicias del ateo más recalcitrante o el simplemente agnóstico, del bueno de San Fracisco de Asís: “¡Señor, haz de mí un instrumento de tu paz! Que allí donde haya odio, ponga yo amor; / donde haya ofensa, ponga yo perdón; / donde haya discordia, ponga yo unión; / donde haya error, ponga yo verdad; / donde haya tristeza, ponga yo alegría...” , etc. etc, puedes verla completa en Google. Me paso al ordenador a ver qué hay en facebook y a escribir mis artículos. Por las tardes la cita es con el libro que tengo entre manos. Estos pasados días, después de dejar plantados en las primeras páginas a dos libros, uno de un escritor sueco, y otro de una joven escritora de color de Estados Unidos, me pasa mucho últimamene, que dejo libros cuando no me atraen, no me tocan ni de lejos, ni me entusiasman, ni me obligan a quedarme entre sus páginas, ni desear volver a ellas, sabiendo que me esperan, ha habido suerte, he ido abiertamente tras ellas y me han devuelto rápidamente desde la primera página, digo bien, desde la primera, a toparme entusiasmado con la alta literatura, y he quedado como esa niña de la imagen, prendido, prendado: “Un amor”, de Sara Mesa, “Las maravillas”, de Elena Medel y “Caperucita en Manhattan” y “La diosa de las nieves” de Carmen Martín Gaite, tan distintas y tan extraordinarias por lo que cuentan y cómo lo cuentan, por sus personajes que se dejan querer y por las lecciones de profunda psicología sin pretendelo, o acaso, como sin querer, te prenden, y estás deseando volver a la lectura que has tenido que interrumpir porque algunos de sus personajes te están esperando con sus reflexiones, sus cuitas, sus silencios, sus historias, sus conflictos, su personalidad, en tantos aspectos, similar a la tuya. Por ejemplo, el personaje de la Caperucita, de Martín Gaite, es todo un derroche de la lucidez del mundo de los niños, frente a la cerrazón y torpeza de algunos adultos, pero también de la sabiduría y condescendencia de otros que saben tratar y dejarse enamorar por ellos, creando unas interrelaciones tan profundas como intensas.
Todo está en los libros, aunque hay que elegir, y si es así, que lo es, parece mentira que cueste a tanta gente su acercamiento a ellos, dejarse atrapar y arrastrar y tener la posibilidad de navegar y llegar a los lugares más insospechados o tropezar con los pensamientos que son luz y bálsamo, aliciente y rebeldía, pasión y cobijo, compañía para el viaje del vivir, aprendizaje permanente y salida del monótono y cotidiano no pensar y seguir vacíos de alma y corazón, sin una palabra-amiga y maestra, sin una palabra-padre y madre coraje, sin una palabra-río y arboleda, sin una palabra-libro y ternura. Porque las palabras nos levantan, nos liberan y nos salvan.
Vuelvo a la la niña frente al libro y hay algo de ella que me seduce y conquista.
https://youtu.be/V70I4VDf96g Liuba María Hevia y Marta Gómez - Con los hilos de la luna

No hay comentarios: