jueves, 18 de marzo de 2021

NUESTRO SEXTO SENTIDO

 




La filosofía que estudié fue de lo más aburrido que te puedes imaginar, aburrido, pesado hasta insoportable, pobre filosofía, ¿por qué sería? y después a lo largo de toda mi vida ha sido uno de mis platos predilectos, al lado de la psicología, la sociología y la literatura, naturalmente. Ya he dicho alguna vez que leí, por ejemplo, a Fernando Savater, mucho, y con admiración, ahora no tanto, ¿por qué será?, como a Emilio Lledó, ahora y siempre, y sigo cuanto publican, entre otros y otras, a tres grandes filósofas españolas: Amelia Valcárcel, Victoria Camps y Adela Cortina. ¿Qué seríamos sin el buen oficio de pensar? ¿Qué sería de nosotros si no nos atreviéramos a ello?
Esta mañana de dulce claridad y “tiempo amoroso” he descubierto algo que no sabía, siempre estamos aprendiendo y descubriendo algo nuevo, - para que digan eso tan mostrenco de que no hay nada nuevo bajo el sol - y tenemos un sexto sentido, ¿tú lo sabías?, sí, ya sé que lo hemos dicho todos más de una vez, porque así lo aprendimos, pero ¿sabíamos cuando lo decíamos de qué sentido se trataba? Pues ahí está la lección que he saboreado y aprendido esta mañana de Amelia Valcárcel, que tiene un ángel especial cuando habla, y cuando escribe le acompaña otro, no menos extraordinario. Este es el núcleo del pensamiento de su artículo:
“No tenemos más remedio que ser morales. Estamos diseñados para ello. Somos morales porque tenemos un sexto sentido. Cuando vemos una acción directamente contraria a lo que es bueno, se nos levanta un asco, un horror, se nos despierta algo en el fondo de nuestro cuerpo que nos dice que aquello no está bien. Es nuestro sexto sentido, el sentido moral”.
Antes nos preparó el terreno diciendo que cuando alboreó la Modernidad hubo que volverse a hacer las viejas preguntas que no habían tenido respuestas, por ejemplo, esta: “¿Por qué debemos ser morales?”. Estaba muy claro: Así lo quiere Dios, que ha sido la respuesta cómoda y fácil de la ignorancia. Posteriormente se atribuyó a que somos racionales, para evitar líos. La respuesta, nos dirá Valcárcel, nos vino de los pensadores ingleses y escoceses, que se sintetiza en el párrafo entrecomillado. Somos morales, porque estamos hechos así. Y así cuando vemos a nuestro lado cómo se golpea a un niño, a un animal indefenso, se hace daño y se calumnia con gusto... “sentimos algo parecido al vértigo. Ese es el sentido moral”. El sexto sentido no es otro que la compasión que se halla en el polo opuesto de la crueldad, los malos tratos, la violencia Y esta respuesta nos viene de la Ilustración que es la que supo que había que añadir un sentido a los cinco sentidos. Y mucho antes del Evangelio de Jesús de Nazaret.
Ya lo sabemos: el sexto sentido es la compasión y somos morales, en general, porque estamos diseñados así, y que las respuestas no hay que buscarlas fuera y lejos sino dentro y aquí.
Los antónimos de la compasión quizá nos ayuden a entenderla mejor: Son la dureza, la crueldad, la frialdad, la indiferencia, la insensibilidad, la falta de humanidad, ah, y contestar en el Parlamento: “Vete al médico” a alguien que interpelaba sobre la necesidad imperiosa de prestar atención, más y mejor, a las enfermedades mentales que aumentan en este tiempo de pandemia. Y un sinónimo es la piedad, la condolencia, la solidaridad, y estar cerca del sufrimiento del otro. “No estamos obligados a cargar con las tristezas de los otros, pero sí a aliviar a los otros de su tristeza siempre que podamos”, ha escrito el filósofo francés, André C. Sponville. Exacto.
https://youtu.be/xYKZMrBrPJk De Falla: 'Nana' | Ophélie Gaillard

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